El Sirácida nos dice que, aunque Dios nos ha dado los mandamientos para cumplirlos, también nos ha dado libertad para elegir si cumplirnos o no.

Continuando con la primera Carta a los Corintios, San Pablo nos dice que el líder religioso tiene que conocer y dejarse llevar por la sabiduría de Dios y no por la suya propia.

Prosiguiendo con el Sermón de la Montaña, Jesucristo nos presenta una serie de mandamientos para que si queremos seguirlo y salvarnos, los tenemos que cumplir.

Los cristianos, desde que la Iglesia es Iglesia, está en la constante lucha y dilema de hacer lo que le dicta sus deseos, y la de cumplir los mandamientos del Señor, tal como los enseña la Iglesia. En su individualismo y su celo porque no se le cuarte su libertad, el creyente rechaza muchos de los mandamientos de la Iglesia, en miras de un Dios bondadoso y permisivo.  Pero el Sirácida, autor del Libro del Eclesiástico nos dice que, aunque Dios nos ha dado la libertad para elegir, espera que nosotros elijamos correctamente y que nos decantemos por aquellos mandamientos que buscan cumplir al voluntad de Dios.

San Pablo nos dice lo mismo, pero de manera distinta. Él urge a los líderes de las comunidades cristianas que tienen que buscar la Sabiduría de Dios, que sólo se puede conseguir por medio de la oración, por una infusión del Espíritu Santo. Para los líderes religiosos, el Papa, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas, catequistas, etc., la oración de una obligación, un imperativo para poder descubrir la voluntad de Dios, una que muchas veces se concreta en mandamientos, y cumplirlos con amor.

Hoy Jesucristo viene con un látigo. Nos presenta todo un elenco de mandamientos que debemos de cumplir si queremos salvarnos. En la mentalidad de Jesucristo, el nivel que todos nosotros debemos alcanzar es el de la excelencia que, traducido en sus propias palabras, es la Santidad. Cuando leemos entre líneas las exigencias de Jesús, el Señor condena actitudes y conductas que nosotros damos por buenas. Él exige que saquemos de nuestras vidas todo lo que nos lleva al pecado cuando nos dice, Si tu ojo es ocasión de pecado… ¿Cómo se traduce esto? Tenemos que dejar a un lado personas tóxicas que no nos dejan crecer, o si tenemos problemas con la bebida, sacarla de nuestro hogar, etc.

Uno de los pecados al cual Jesucristo le dio como pandereta de culto es el del adulterio. De hecho, es el único pecado de índole sexual que Jesucristo ataca constantemente. Jesucristo llega al punto de decirnos que divorciarse y volverse a casar, es un acto de adulterio. Por eso es que la Iglesia es exigente en cuanto a la preparación matrimonial y no permite el divorcio. Son muchos los que quieren que la Iglesia tenga una relajación en este sentido, pero si Jesucristo fue tan categórico en este punto, la Iglesia tiene que cumplir con Jesús. Y he aquí que volvemos al punto de la primera lectura: si amamos a Dios, cumpliremos sus mandamientos.  

P. Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph. D

Para El Visitante

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