La Organización Mundial de la Salud (OMS), adscrita a la Organización de las Naciones Unidas, define a la violencia juvenil como aquella que se origina por grupos de personas en edades de 10 a 29 años.  Es un problema de alta preocupación, porque se estima que cada año se cometen en el mundo 200,000 homicidios entre jóvenes, lo que representa un 43% de los homicidios a nivel mundial. El impacto es aún mayor, si se considera que los actos violentos generan no solo muertes, sino, lesiones, algunas de carácter permanente y puede tener repercusiones en la salud emocional y el funcionamiento social de las personas.  

La violencia juvenil es un problema mundial de salud pública. Incluye una serie de actos que van desde la intimidación (bullying) y las riñas, al homicidio, pasando por agresiones sexuales y físicas más graves. En un estudio realizado en 40 países en desarrollo, se mostró que un 42% de los niños y del 37% de las niñas estaban expuestos a la intimidación. La violencia sexual afecta también a un porcentaje considerable de jóvenes. Por ejemplo, entre un 3% y un 24% de las mujeres entrevistadas en el Estudio multi-país de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica, declararon que su primera experiencia sexual fue forzada.

Durante una vista pública de la Comisión de Gobierno de la Cámara, en agosto de 2022, la gerente de Proyectos Estadísticos del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (IEPR), Mariluz Bezares, presentó datos que señalan que, en Puerto Rico, las víctimas de homicidio entre la población de 10 a 39 años de edad representan en promedio el 78.7% del total de los homicidios en la Isla. Reveló, que el 80% de las víctimas de homicidios en jóvenes tenía menos de escuela secundaria o solamente diploma de escuela superior, lo que indica que “el factor educación es un determinante importante en la ocurrencia de este evento”. Agregó que las circunstancias criminales más frecuentes de homicidios se relacionan con el tráfico ilegal de drogas y el crimen organizado.  

La gravedad del problema de la violencia en la juventud ha llevado al estudio de sus causas y a la identificación de alternativas para prevenir el problema.  Los expertos señalan como factores de riesgo:  los trastornos del aprendizaje, el consumo de drogas, la falta de afecto y supervisión familiar, la pertenencia a pandillas o al crimen organizado, bajo rendimiento escolar, exposición a violencia en la familia, acceso a armas de fuego y desigualdad económica.  

La violencia juvenil se puede prevenir con un enfoque integral que aborde las causas determinantes sociales de la violencia..  Las iniciativas exitosas que se han tomado incluyen: programas de aptitudes para la vida concebidos para ayudar a niños y adolescentes a controlar su agresividad y resolver conflictos; programas de prevención contra la intimidación en las escuelas; programas para apoyar a los padres y enseñarles competencias parentales positivas; enfoques terapéuticos para los jóvenes que presentan un riesgo elevado de verse involucrados en actos de violencia; reducción del acceso al alcohol y drogas; restricción de la normativa para la adquisición y autorización de armas de fuego;  formulación de políticas comunitarias orientadas hacia la solución de problemas.

La Doctrina Social de la Iglesia enseña que toda forma de violencia es inaceptable. (Compendio Doctrina Social, 496) Cuando ésta afecta a personas vulnerables en la sociedad, como son los niños y ancianos, o a grupos particulares, como las mujeres, es altamente reprochable.  La solución al problema de la violencia radica en la educación para la paz y el ejercicio del amor.  Durante la catequesis de la Audiencia General del 14 de junio de 2017, el Papa Francisco afirmó que la reticencia a amar de forma gratuita es fuente de violencia, y recordó que las personas violentas no son malas por naturaleza, sino que son personas infelices por no haber sido amadas. Esa falta de amor, que termina degenerando en violencia, tiene su origen en la misma infancia. “Cuando un adolescente no es amado, o no se siente amado, puede nacer en él la violencia. Detrás de tantas formas de odio social y de vandalismo hay, con frecuencia, un corazón que no ha sido reconocido”. La experiencia del amor dado y recibido, que se acuna sobre todo en la familia y la comunidad es el camino eficaz para la prevención. 

(Puede enviar su comentario al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com).

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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