Cuando contemplamos el entorno, uno se percata de tantas crisis como lo son la corrupción, la criminalidad, la situación económica, la intolerancia por el prójimo, problemas de vivienda, el dinero que genera una familia no alcanza para vivir y tendemos a vivir endeudados. Otro gran problema que percibimos lo es la falta de vocaciones en la misma Iglesia. Cada vez más, menos jóvenes se plantean la posibilidad de ser sacerdotes, religiosos o religiosas. Actualmente nuestra Iglesia sufre una gran crisis por la falta de vocaciones.
Una realidad existente, parroquias que a través de la historia tuvieron dos o tres sacerdotes, hoy en día solo tienen un sacerdote y la gran mayoría de las veces cargado de tanto trabajo, asumiendo varios sombreros a la vez. Cuando contemplamos a las religiosas, hay muy pocas novicias y postulantes. Tenemos congregaciones a las que por años no entran jóvenes; todo lo contrario, ha menguado la cantidad de la congregación cuando estas envejecen, se enferman e incluso cuando parten ya a la casa del Padre. Ante estas situaciones lo que se escucha es la expresión: “La Iglesia vive momentos de crisis”.
Pero, apreciado hermano, la verdadera crisis no está en la Iglesia, la verdadera crisis está en el matrimonio y la familia. La gran mayoría de los matrimonios y las familias han dejado de hablar de Dios, han dejado de vivir el amor de Dios, han dejado de experimentar el amor de Dios en el matrimonio y la familia. Peor aún, los matrimonios y familias de hoy día han dejado de hablar de Dios, y han dejado de hablarle a Dios de su matrimonio y de la familia. Desgraciadamente los que se encuentran en la verdadera crisis son el matrimonio y la familia. Si en el matrimonio y la familia no se habla de Dios, no se fomenta el amor de Dios, podemos llegar a la conclusión de que es imposible que haya sacerdotes, monjas, profetas, predicadores, modelos a seguir, pues todos estos surgen del matrimonio y la familia.
Podemos diferir en tantas cosas, profesión u oficio, color o comida de preferencia, ideas, estilos, en fin en un millón de cosas, pero lo que todos tenemos en común es que procedemos de una familia. Si queremos rescatar a Puerto Rico, solo tenemos que introducir a Dios en el matrimonio y la familia como el centro. Debemos vivir, practicar y celebrar el amor de Dios en el matrimonio y la familia.
(Revdo.D.Wilfredo López Mora)
Decano de Asuntos Académicos, de la PUCPR – Recinto de Arecibo
Profesor de Teología y Filosofía