Con este relato del Génesis, comenzamos de lleno con nuestra historia de salvación: Abraham es llamado por Dios para que lo deje todo y lo siga.
San Pablo le insta a San Timoteo en su segunda carta, a entregarse de lleno a Jesús, porque Jesús se entregó de lleno a nosotros.
El Evangelio de hoy nos presenta la versión mateana de la transfiguración.
Entre otras cosas, la Cuaresma es un momento para que nosotros los cristianos hagamos un recuento de nuestra historia de salvación. Desde los tiempos apostólicos, la Cuaresma es el tiempo de iniciación intensa para los catecúmenos (candidatos adultos a ser bautizados), en miras de ser bautizados en la Vigilia Pascual. Como preparación, a los catecúmenos se les instruía sobre la historia de salvación para que conocieran cómo Dios fue preparando a la humanidad para la venida del Mesías, Nuestro Salvador. A nosotros los bautizados, estos relatos nos sirven de repaso para recordar nuestra propia historia de salvación, la historia de Jesucristo. El relato de hoy nos presenta el momento en que Dios habló por primera vez a un hombre, Abraham, y lo invita a dejarlo todo para seguirlo. Por eso es que llamamos a Abraham nuestro Padre en la fe.
La Cuaresma es también una invitación para conocer más a fondo a Jesucristo, para enamorarnos y entregarnos a Él. San Pablo le recuerda a su discípulo San Timoteo, que los pastores del pueblo de Dios tienen que entregarse por entero a Jesucristo y a su feligresía puesto que Jesucristo se entregó por entero a nosotros sin nosotros merecerlo. La medida de los sacerdotes es la medida de Jesucristo.
Y ahora, la Transfiguración. ¿Qué significa? Jesucristo, según nos dice San Pablo en su carta a los filipenses, renunció por completo a su dignidad de Dios, con todo lo que ello conllevaba, para asumir nuestra naturaleza y ser uno como nosotros. El momento de la Transfiguración fue un instante en que Jesucristo cobra toda su belleza de Dios, esa belleza a la que había renunciado, pero mostrarse verdaderamente quién es Él frente a sus tres apóstoles. Moisés representa todo el Antiguo Testamento, la Ley, la religión judía, la Antigua Alianza. Elías representa la plenitud del profetismo de Israel, esa institución carismática y divina de hombres llamados por Dios para hablar en su nombre.
¿Por qué la Transfiguración? La contestación la da el momento en que se dio, motivo mismo por el cual la Iglesia nos lo pone en el segundo domingo de Cuaresma. Jesús va de camino a su Pasión en Jerusalén, solo con sus discípulos. En ese caminar Jesucristo le anuncia a los Doce lo que pasará en Jerusalén con lujo de detalles, cosa que deja a los Apóstoles en crisis. Es en ese contexto que una noche sale solo con Pedro, Santiago y Juan a lo alto de la montaña, lugar de cercanía con Dios, para presentarse tal cual es Él para darle esperanzas a los Apóstoles, para que cuando lo vieran con la Corona de Espinas y cargando la Cruz, se acordaran del momento y pensaran que hay algo más que su muerte. Y enseñarles que no hay gloria sin la Cruz.
P. Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph. D
Para El Visitante