El Profeta Isaías invita a todos los pueblos del mundo a participar de la salvación que Dios ofrece, siempre y en cuando acepten todos los mandamientos de Dios.

En su carta a los Romanos, Pablo ve en el rechazo de Cristo por parte del pueblo judío una situación provisional, pues eso ha posibilitado la entrada de los gentiles.

El Evangelio de San Mateo es chocante: Cristo rechaza a concederle el favor de Dios a una no judía.  ¿Qué pasó después?

Inclusividad, esa es la palabra de moda en estos tiempos.  Esa es la palabra que grupos liberales y alternativos al Evangelio enarbolan, exigiendo unas libertades y unos derechos que, a veces, chocan con la doctrina de la Iglesia.  Esta palabrita era anatema dentro de los círculos eclesiásticos, pero el papa Francisco, en su alocución a los jóvenes en Fátima, dijo: “¡En la Iglesia caben todos, todos, todos!”  Y es que, el llamado a la salvación es para todos, y la sangre que Cristo derramó en la Cruz fue para todos.

Isaías es, entre otras cosas, el profeta de la inclusión salvífica.  El pueblo de Israel se sentía el único destinatario de la salvación de Dios, puesto que era su nación escogida.  Pero Dios, por medio del profeta, les recuerda que esa elección no fue porque el pueblo judío se lo mereciera, sino fue por un acto gratuito del amor de Dios.  De ese pueblo, además, saldría el Mesías para salvar a todo el mundo.  Isaías invita, a todos los pueblos, a disfrutar de las bendiciones que Dios le tiene a todo el mundo.

San Pablo, en la Carta a los Romanos, se lamenta que, después que el pueblo de Israel fuese el primer destinatario de la salvación, que era el pueblo escogido de Dios y que de éste salió el Mesías, este mismo pueblo lo haya rechazado después de tanta revelación por parte de Dios.  Esto nos remite al Prólogo de San Juan, cuando dice “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron (Jn 1, 11).  Pero San Pablo no pierde la esperanza de que el pueblo de Israel se convertirá.   

El pasaje del Evangelio nos resulta chocante, ante el rechazo, por lo menos aparente, de la mujer cananea.  Jesucristo tenía la costumbre de “cogerse un break”, o respiro y, para hacerlo, cruzaba con los Apóstoles el Mar de Galilea, para llegar a las ciudades de Tiro y Sidón (hoy Líbano).  Allí es en donde se encuentra con esta pagana, que le pide el milagro.  ¿Qué hay detrás del rechazo de Jesucristo?  Los paganos, o por decirlo así los politeístas, tenían la creencia en muchos dioses y, en ese sentido, el Dios de Israel es uno más.  Jesucristo exige un acto de fe acto que, no sólo hizo la cananea, sino que su fe y humildad sobrepasaron la fe del pueblo de Israel.  Por eso, ella le arranca el milagro a Nuestro Señor.  No será ésta la única vez que Jesucristo realiza un milagro a un pagano: tenemos el caso de la curación del siervo del centurión.  

La fe se traduce en un compromiso con Dios.  Eso lo indica Isaías en la 1ra lectura: “«Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a revelar mi victoria”.  Estás llamado a la salvación, eres invitado a ella pero, para recibirla, tienes que expresar tu fe en Jesús.

Padre Rafael “Felo” Méndez

Para El Visitante

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