Isaías proclama a los cuatro vientos, que la salvación no es solamente para Israel sino para todos los pueblos de la Tierra. Esta es una invitación para que vayamos al encuentro del Señor.
Nos aconseja el autor de la Carta a los Hebreos, que debemos de ser humildes y aceptar la corrección para mejorar.
Jesucristo nos advierte que, aunque la salvación es para todos, no todos se van a salvar. Solamente aquél o aquella que tenga el coraje de luchar por el Reino de los Cielos podrá entra por la puerta estrecha.
Para entender a fondo los cuatro grandes profetas -Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel- hay que entender el trasfondo histórico de cada uno de ellos para poder entender a fondo sus respectivos libros. Puestos en orden cronológico, Jeremías es el profeta de la destrucción de Jerusalén y el exilio a Babilonia. Ezequiel y Daniel son los profetas del exilio, los que animaban a los judíos con sus profecías en medio del destierro. Isaías que, aunque es el primero que está en la Biblia es el cuarto en sentido cronológico, es el profeta del final del destierro y del regreso a Jerusalén para ser reconstruida. Es por eso que, en su profecía, Isaías llama al pueblo de Israel para que retorne y reconstruya a Jerusalén, llama a los pueblos de la Tierra para que se unan a la salvación que se levantará desde Israel con la salida del Mesías de Jerusalén y dice que, aunque la salvación es para todos los pueblos de la Tierra, ella es la anfitriona de esa salvación.
Así que todos nosotros estamos llamados a la salvación, pero Jesucristo nos sacude al decirnos que no todos nos vamos a salvar, sino los que de verdad tomamos el Evangelio en serio. Esta advertencia de Jesucristo nos debe de estremecer a nosotros todos, a Puerto Rico entero; es que hemos cogido a Dios de relajo y al Evangelio le restamos importancia. Pienso en todas las personas que glorifican a artistas que denigran a la mujer a al sagrado don de Dios que es el sexo, la corrupción gubernamental, el preferir pasar el domingo, Día del Señor, en diversiones y no sacar el tiempo para santificarnos con la misa dominical, el trasiego de drogas y los asesinatos que la acompañan, la violencia doméstica, el desperdiciar oportunidades para ayudar a personas necesitadas, la maltrato y desprecio a nuestra tierra, y la lista el largar.
Podrán criticarme, pero precisamente en la segunda lectura de hoy, el misterioso autor de la Carta a los Hebreos nos habla de la corrección y de la necesidad que todos nosotros tenemos en ser corregidos. Buscamos que siempre se nos pase la manita y que los obispos, curas, monjas y otros agentes de pastoral sean gente chévere que nos aplaudan todo lo que hacemos. Bueno, esto no es el Evangelio: el Evangelio es santidad, es reto, es sacrificio, es seguimiento a Jesucristo con nuestras cruces a cuesta. No lo digo yo, lo dice Cristo.
Padre Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph.D.
Para El Visitante