Los Hechos de los Apóstoles establecen bien claro que, toda la vida de la primitiva Iglesia giró en torno a la Resurrección de Jesucristo, sobre todo, la celebración de la fracción del Pan.

San Pedro en su carta establece que los cristianos fuimos transformados en Cristo con su Resurrección y, aunque tengamos que pasar por pruebas, el hecho de que fuimos transformados por la Resurrección ya es garantía de vida eterna.

San Juan es el único evangelista que menciona la traspasada de la lanza al corazón de Jesucristo, que nos presenta la aparición de Jesucristo a los Apóstoles a la semana de haber resucitado, y que une el detalle de esa herida del costado con la nueva vida.

San Juan Pablo II, devoto de la Misericordia de Dios, establece la fiesta de la Divina Misericordia en el día de hoy, puesto que el Evangelio de San Juan es el único que nos presenta el detalle del costado traspasado de Jesucristo, con la sangre y el agua que salen del mismo. Y es el único evangelio que, no sólo nos presenta la aparición del Resucitado a los 8 días y la duda de Tomás sino también la invitación de Jesús a que Tomás metiera su mano en la herida de su costado. De hecho, la lectura de hoy, Domingo de la Octava de Pascua, es una de las poquísimas lecturas dominicales que no cambian con los ciclos, sino que todos los II Domingos de Pascua la leemos.

Al celebrar la Pascua, la Iglesia nos presenta la primitiva Iglesia Cristiana, y cómo vivían su fe alrededor del hecho de la Resurrección del Señor. Lo primero que salta a la vista es que el centro de su reunión cultual era la fracción del Pan y la Comunión. Vemos aquí que lo que la Biblia nos presenta es que el culto cristiano giraba en torno a la Eucaristía y que la fracción del pan era acompañada por cánticos y oraciones. Vemos en esto el germen de la celebración de la Santa Misa tal como los católicos y ortodoxos lo hacemos.

Una de las características de la prédica de San Pedro es que todo lo centra en el hecho de la Resurrección de Jesús. Desde que comienza a predicar en el día de Pentecostés, San Pedro enfatiza que “ese Jesús, que ustedes mataron colgándolo del madero, ha resucitado y nosotros somos testigos de eso”. Hoy nos dice en su carta, que fuimos transformados por la Resurrección. Al resucitar, Jesucristo nos ha abierto las puertas del cielo y nosotros tenemos la capacidad de entrar por él, siempre y en cuando estemos su gracia.

Como hemos indicado, San Juan es único que presenta la duda de Tomás y la invitación de que meta su mano en la herida de su costado. Nos reseñó el detalle de la sangre y el agua que brotaron del corazón del Señor, Sangre y Agua que se traducen en la Eucaristía y el Bautismo, elementos de salvación. Al Jesús invitar a Santo Tomás a que metiera su mano en la herida de su costado, lo que le está diciendo a Santo Tomás es invitándolo a que se deje bañar de su salvación, a que se abra a la gracia porque, de no hacerlo, no podrá salvarse. Lo mismo nos dice a nosotros.

Padre Rafael “Felo” Méndez Hernéandez, Ph.D.

Para El Visitante

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