“La misión cambió mi manera de ver la vida”, con estas palabras cuatro jóvenes resumieron su experiencia misionera en las comunidades boricuas fuera de su Diócesis de origen.

La misión en Puerto Rico dio un paso juvenil, espontáneo e inesperado con la celebración simultánea de un intercambio de tres experiencias misioneras interdiocesanas celebradas del 1 al 3 de noviembre entre pastorales juveniles misioneras. La Diócesis de Ponce envió 12 jóvenes a la Diócesis de Arecibo, que a su vez envió 23 jóvenes a la Diócesis de Caguas y esta última envió 13 jóvenes a la Ciudad Señorial. A esto se le suma el equipo de misioneros que coordinó cada visiteo de casa por casa en las diversas comunidades. Los lugares de misión fueron Ponce, Camuy y Maunabo.

Para Mayría E. Santiago, moderadora a nivel nacional del Equipo Misionero de la Pastoral Juvenil y natural de la parroquia Maria Madre de la Iglesia de Caguas, se trata de la realización de una meta.

Explicó que hace varios años llevaban laborando para dar forma a la misión en la Pastoral Juvenil. “Una de nuestras metas era animar una experiencia misionera interdiocesana entre los mismos equipos, que no solamente nos quedáramos en los límites diocesanos sino ir de misión dentro de Puerto Rico por que muchos jóvenes no tienen los recursos para salir fuera de la Isla”, detalló Mayría.

Cada misión respondió a las necesidades comunitarias y llevó su itinerario con visiteo casa por casa. Mayría, quien participó de la misión en Ponce palpó la realidad de personas de la tercera edad solas y encamados con necesidades. A pesar de ello sostuvo que “es un logro poder llegar a los que físicamente no pueden ir a la Iglesia y que se sientan acompañados”.

Por su parte, Zuleyka Ferrán, de San José de Villa Blanca en Caguas, misionó en el Barrio Mocha de Ponce que colinda con Adjunta y Utuado. “Vi mucha necesidad, personas que lo perdieron todo por el huracán…”, reveló. Aunque había participado de una misión, aceptó que estará vez fue impactante. En su acercamiento, prefirió dar tiempo a las personas a expresarse y sintió que ellos clamaban por ser escuchados, “como un grito en el silencio por expresarse y para que alguien los escuchara”.

“¿Que si es posible hacer misión en la comunidad? Sí, es posible y es muy necesario. Misión no solamente es ir al otro lado del mundo, tenemos que ir al vecino y ayudarlo. La misión empieza por la casa, en mi comunidad, en la universidad y hasta en mi propia Diócesis”, aclaró Zuleyka.

Reflexionó qué hay que trabajar en dejar el bochinche y el señalar porque varias personas le comentaron que no iban a la Iglesia porque si no comulgaban les preguntaban por qué no lo hacían.

Otro misionero fue Jorge A. Nieves, de la parroquia San Blas de Illescas de Coamo que misionó en Camuy. “Fue una experiencia muy bonita, pero fue mucho más lo que recibimos que lo que fuimos a dar”. El joven detalló que fue marcador por las historias de superación ante la adversidad. “No vi pobreza extrema, tampoco vi riqueza. Solo vi la riqueza humana… Aunque vi mucha soledad. Aprendí de ellos que no puedo darme por vencido. Marcó mi vida, sí”.

Jorge quiso hablar a sus pares para pedir que si hay tiempo para los estudios y el “jangueo”, que por favor saquen un rato para los que se sienten solos y que “te sorprenderías mi hermano, no están tan lejos de ti”.

María I. Rosario, de Nuestra Señora de Guadalupe de Hatillo misionó en Maunabo. Se consideraba una novata por ser su primera misión, pero se lanzó al campo misionero para resumirlo como dejarse ser instrumento de Dios con el prójimo. No importó si eran católicos o no, María se olvidó del cansancio para llevar esperanza, alegría y escucha.

“Olvídate de ti, esto se trata del prójimo. Dios da una paz increíble cuando te dejas utilizar por su misericordia”, sostuvo María. No esperaba ver tantas casas abandonadas por el paso del huracán que golpeó con todo su poder la zona.

Argumentó que todo bautizado está llamado a hacer misión, salir de la comodidad para ir al encuentro con el hermano necesitado. Añadió María: “Cambió mi nivel de conciencia, algo en mi corazón. […] ¿Que si vuelvo? Claro, aunque tenga mucho trabajo en la universidad, voy. Para algo Dios me está preparando, pero estoy dispuesta y quiero”. ■

Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV

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