Recientemente, un grupo de valientes sacerdotes de la Arquidiócesis de San Juan, capitaneados por el “intrépido” Mons. Leonardo Rodríguez (P. Leo) y guiados por el osado P. Néstor Yulfo, se dieron a la aventura de escalar la montaña mítica de Yocahú Bagua Maorocoti (Yuquiyú), en nuestro querido Yunque. Se dieron como meta, escalar la montaña hasta su cima y vivir así una aventura sacerdotal.
Los valientes sacerdotes que fueron a la escalada fueron los P. Leo, P.Néstor, P.Tomás, P.Rodney, y los sacerdotes de la Congregación de los Sagrados Corazones, P. Víctor Hugo y P. José. Fue también el P.Kike Camacho, pero una “inspiración divina” lo hizo llegar solamente al principio de la escalada.
A las 8:00 se dieron cita en la parroquia del Santo Cristo de los Milagros y fueron raudos a la Montaña Sagrada. Comenzaron a ascenderla y, mientras la escalaban, P. Néstor les hablaba de la importancia de El Yunque para Puerto Rico. Los indios taínos creían que Juracán era el dios del mal que mandaba los huracanes y Yocahú, desde su trono de El Yunque, los alejaba.
Esto es un mito para ilustrar la importancia del Yunque como desviador de los huracanes que quieren entrar a Puerto Rico por Ceiba y Fajardo, y desviarlos hacia el norte. Este fenómeno ocurrió con el huracán Hugo, que El Yunque no permitió que entrara directamente a Puerto Rico, sino que lo desvió hacia el norte, haciendo que el ojo del huracán pasara a lo largo de la costa, pero sin entrar a la Isla.
En su aventura, los valientes sacerdotes subieron por las veredas, en una soga subieron riscos, fueron a Mt. Britton, uno de los picos del sistema de El Yunque y que está coronado con una torre, fueron a la torre de Tele Oro, y terminaron en la cima de la Montaña, para alabar, no al dios Yocahú, sino al Dios verdadero que nos ha dado no solamente a su Hijo para nuestra salvación, sino también esta hermosa isla en la que habitamos: Puerto Rico.
Una vez que descendieron de la montaña al mundo de los mortales, se dirigieron a la parroquia de San Andrés de Country Club. Allí los esperaba el párroco, P. Felo Méndez, con un sabroso fricasé de gallo del país, con arroz hecho con el caldo del mismo gallo. En este ágape se unió el valiente padre Quique, que trajo los refrescos, el Padre Samuel Velázquez y nuestro vicario general, P. Alberto Figueroa. Los valientes sacerdotes también trajeron vasos, platos y monchis, para pasar una tarde maravillosa. No sobró nada del gallo.
Compartimos esta hermosa experiencia como un testimonio de nuestra fraternidad sacerdotal. Esta es una iniciativa de los sacerdotes de la Arquidiócesis de San Juan, para estrechar nuestros lazos fraternales. Nosotros los sacerdotes somos hermanados por el sacramento del Orden Sagrado.
TODOS fuimos llamados por nuestro Señor para ser testigos de su amor, para hacerlo presente en nuestras comunidades, para facilitar que todo el mundo tenga un encuentro con el Dios vivo. Para un sacerdote, el otro sacerdote es su hermano, que comparte con uno no la aventura de subir al Yunque, sino la aventura de subir al Tabor con Jesucristo, de caminar codo a codo, uno al lado del otro, en pos de Jesús. Y es por eso que, entre nosotros, hay lazos de sincero cariño, de amor fraternal. Aprovechamos estas oportunidades para compartir inquietudes, preocupaciones, aconsejarnos mutuamente, y animarnos en medio de las dificultades comunes para todos nosotros. Ya estamos planificando ir a las Cavernas de Camuy o la Cueva Ventana. ¿Quién se anima? ■
P. Rafael Méndez Hernández, Ph.D.
Para El Visitante
Dios los Bendigas, para que sigan mostrando su amor por El único Dios ❤️