Con este pasaje del Génesis, en el cual se presenta el relato de la entrada del pecado al mundo, la Santa Madre Iglesia comienza una catequesis. 

En su Carta a los Romanos, San Pablo nos reflexiona acerca del pecado que entró, por parte de Adán, y la redención que nos supuso la muerte de Jesucristo.

San Mateo nos presenta su versión de las tentaciones.

¡Comenzamos la Santa Cuaresma!  Como todos los primeros domingos de Cuaresma, las Tentaciones a Jesús en el desierto se presenta como el tema principal de esta liturgia.  Pero la Cuaresma es tiempo de arrepentimiento y conversión por nuestros pecados y la liturgia nos explica cómo el pecado entró y cómo este ha de ser redimido.

La mejor definición de pecado es “desobediencia a Dios”, y el libro del Génesis nos presenta la desobediencia de Adán y Eva a una directriz directa por parte de Dios.  Ahora, San Pablo en su Carta a los Romanos reflexiona acerca de esta desobediencia y cómo la obediencia de Jesucristo nos salva del pecado en general.  Desarrolla así San Pablo un binomio de tensión desobediencia-obediencia, en el cual la obediencia de Jesucristo fue mucho más poderosa que la desobediencia de Adán y Eva.  La obediencia de Jesucristo fue mucho más poderosa, no solamente por ser Hijo de Dios, sino porque, en su acto, entrega su vida de la manera más atroz: muerte de Cruz.

Conocemos las tentaciones de Jesús y la secuencia de tentaciones en la versión de San Mateo, es más conocida que en la versión de San Lucas (San Marcos nos dice que fue tentado, pero no dice cuáles fueron las tentaciones).  Las tentaciones de Jesús, lejos de ser tentaciones tremebundas, como la de asesinar a alguien o cometer un acto lujurioso, son tentaciones sutiles, vedadas, hipócritas.  Satanás sabía que no le podía ir directo a Jesucristo y por eso le va, “de laíto”.  Jesucristo, luego de ser bautizado por Juan en el Jordán, va a una especia de “retiro”, para fortalecer su voluntad y poner su vida en las manos de su Padre.  Es desde esta perspectiva en que podemos ver las tentaciones.

“Convierte las piedras en pan”.  En esta tentación tan inocente vemos la tentación de prescindir de Dios y la de querer hacer las cosas a nuestra manera, no a la manera de Dios.  Es la tentación de querer ajorar las cosas, terminando por abortarlas, la de querer que Dios nos resuelva las cosas a nuestra manera. ¿La respuesta de Jesucristo?  La Palabra de Dios es la que nos alimenta.  Brega con eso.

“Tírate abajo”.  Satanás utiliza la Palabra de Dios para tentar a Jesús, citando el Salmo 120.  Es la tentación de tomar riesgos innecesarios y temerarios, de hacer cosas sabiendo que lo estamos haciendo mal, para querer forzar a Dios a que nos resuelva.  Pensemos cuántas veces hemos hecho esto.  ¿La respuesta de Jesucristo? “No tentarás a Dios”.  Con Dios no se juega, a Dios, ni se le puede mentir ni se le puede manipular.

“Te lo daré todo si te postras y me adoras”.  Esto es darle más importancia a otras cosas que a Dios.  ¿Cuántas veces hemos hecho esto?  En este sentido, Satanás miente ya que no tiene nada que dar mientras que Dios lo tiene todo.  ¿La respuesta de Jesús?  Volvemos de nuevo a la Palabra de Dios: ¡Sólo a Dios adorarás! 

P. Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph.D.

Para El Visitante

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