Mensaje de bienvenida a las Diócesis de Caguas y  Fajardo-Humacao por Visita Apostólica del Cardenal Blase 


1. Su Eminencia Cardenal Cupich bienvenido a estas dos Diócesis del Centro Este de Puerto Rico. Le recibimos con alegría y le expresamos que nos llena de esperanza, al saber que viene en encomienda personal del Santo Padre, el Papa Francisco. Apenas había pasado el huracán María por nuestro suelo borincano y el Santo Padre nos enviaba unas palabras de aliento, consuelo paterno y de solidaridad fraternal. Al recibirle hoy, en su nombre, sentimos de forma vivencial la cercanía paternal y pastoral del Papa con nuestro pueblo puertorriqueño. Gracias, Cardenal Cupich, por traernos ese abrazo de comunión y de solidaridad del Santo Padre a nuestro pueblo que sufre. Por eso, lo acogemos con alegría, le damos la bienvenida y como suelen decir los boricuas, le decimos: “Esta es su Casa”.

2. Estimado Cardenal Cupich, nuestro pueblo vive hoy una etapa de dolor y de sufrimiento por la devastación catastrófica ante el paso de este huracán, el pasado 20 de septiembre de 2017. Pero, nuestra gente es fuerte y en medio de grandes dificultades, de necesidades y de carencia de servicios básicos, nuestro pueblo se levanta y abraza la vida. Favor de expresar al Santo Padre que, aunque, “estamos derribados, no estamos aniquilidados”, (2 Co 4,9), citando al Apóstol San Pablo y como lo expresamos los Obispos en la Carta Pastoral enviada al pueblo de Dios, luego del huracán.  Este pueblo noble y generoso se ha desbordado en espíritu de comunión y de solidaridad para ayudarse, mutuamente, unos a otros. También, diversas Diócesis hermanas de Estados Unidos, de países hermanos y diversas organizaciones, han hecho causa común con nuestra gente sufrida a través de donativos, envío de alimentos, agua y diversos suministros para enfrentar la emergencia.

3. Como ha podido constatar, el huracán María ha ocasionado una devastación catastrófica. Se han perdido muchas vidas humanas, miles de familias perdieron sus viviendas o sufrieron daños considerables, la agricultura ha sido devastada y la infraestructura de energía eléctrica, agua, carreteras y comunicaciones, requerirán de muchos recursos económicos y de tiempo para volver a funcionar con eficacia. El huracán entró a Puerto Rico por los pueblos de Maunabo, Yabucoa, Humacao, Naguabo y Vieques. Estos municipios pertenecen a las Diócesis de Caguas y Fajardo-Humacao. Su paso arrollador dejó gran desolación y sufrimiento para miles de familias. Hospitales, agencias de gobierno, así como la Iglesia, tuvieron grandes pérdidas. Hoy, les dejamos ver solo una muestra de este panorama devastador. La Iglesia Catedral de Caguas perdió su techo en la totalidad; las de Fajardo-Humacao, fueron dañadas parcialmente.

4. Aquí, donde nos encontramos en esta parroquia Nuestra Señora del Carmen de Punta Santiago en Humacao, llegó la ola ciclónica con consecuencias devastadoras para la población, estructuras y propiedades. Pero, este templo parroquial, aunque con daños, se mantuvo erguido y se convirtió en lugar de acogida del pueblo sufrido y en espacio de comunión fraternal y de solidaridad. Así, parroquias como Maunabo, Yabucoa, Caguas, Humacao, Fajardo, Loíza, Aibonito y muchas más, se convirtieron en Casa de Misericordia, como nos pide el Papa Francisco. Seguido, cada Diócesis abrió diversos Centros de Ayuda, que, a través de las parroquias, fuimos identificando familias y ofreciéndoles diversas ayudas.

5. Se han crecido los presbíteros, diáconos, religiosos y agentes pastorales laicos para atender la emergencia. Muchas familias sin hogares, con hambre y sed, fueron acogidas para proveerles comida caliente, vestimenta, medicinas y otras necesidades. Por eso, damos gracias a Dios, nuestro Padre, que, en medio de esta adversidad, sostiene nuestra fe y esperanza. Con la Virgen María, Madre de la Divina Providencia, que nos reunió como pueblo el pasado 19 de noviembre en cada una de nuestra Diócesis, elevamos la mirada al Creador y pedimos la fuerza de su Espíritu, para abrazar a Jesús, y responderle como “verdaderos discípulos misioneros”.

¡Gracias, Cardenal Cupich, por esta visita apostólica!

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