Una vida entregada desde la fraternidad

(Primera de dos entregas)

Natural del barrio San Antonio de Quebradillas, Fray Jaime Pérez, OFM Cap., se familiarizó desde su juventud con ser llamado “hermano”, pues perteneciendo a la Legión de María se dirigían comúnmente de esa manera. Es ahí que identifica la base de su llamada.

Al terminar su escuela superior y luego de un retiro de Cursillos de Cristiandad procuró el acercamiento, en principio, a los Hermanos Menores con quienes inició su postulantado en los Estados Unidos sin conocer de la existencia de los Hermanos Capuchinos en Puerto Rico. “Yo no sabía que existían los capuchinos… leyendo conocí de otra rama: los capuchinos”, destacó Pérez. Es de ese modo, que Fray Jaime se trasladó a Puerto Rico e inició su noviciado con los Frailes Capuchinos.

“Me enamoré de esa vocación mirando a Francisco de Asís, el fundador. Francisco no fue sacerdote y muchos de los primeros no fueron sacerdotes. Mi llamado es precisamente eso, un llamado simple. Yo quiero ser hermano, y aquí estoy”, explicó sobre la elección de su vocación. El carisma de la Orden Franciscana y su base se expresan en la fraternidad y la minoridad. Por eso se procura que aunque algunos miembros sean ordenados y otros laicos, todos sean llamados hermanos o frailes. “Ninguno sea llamado prior sino que, todos en general, sean llamados Hermanos Menores”, manifiesta el texto de la primera regla de la Orden.

“Hay tres palabras que siento que lo describen en toda su vocación: la santa alegría, la humildad y la vocación de servir. Él, como hermano, desde sus votos está en todo momento destacando esa entrega por los demás”, compartió Alix Gómez, quien pertenece al equipo de servidores del Centro Capuchino en Trujillo Alto.

“Defender una verdad, por ejemplo: cuando pasó lo del Centro Capuchino, una parte que se iba a vender y yo me opuse totalmente. Eso causa dolor, causa tristeza, pero después causa alegría porque ya tú ves los resultados”, describió como el momento más difícil en sus cincuenta años como consagrado. Mientras, entre sus momentos más alegres destacó la profesión de sus votos perpetuos y cuando conoció a San Juan Pablo II. “En Ciudad Vaticano pude dirigir una procesión, en el año mariano. Después, pude saludar al Papa”, expresó emocionado.

“El estar con los jóvenes y sobre todo con los jóvenes formandos… ahí los muchachos han visto lo que es esta vocación. Porque muchos se concentran en la vocación sacerdotal. Hay frailes que tienen el llamado hacia el sacerdocio, pero hay frailes que son hermanos, en el sentido lego, que no ostentan ordenación. Eso lo he podido aportar yo”, señaló como su mejor aportación. En su trayectoria, Fray Jaime ha servido en varias fraternidades dentro y fuera de Puerto Rico, especialmente animando a los jóvenes.

 Jonathan Colón Hernández

Para El Visitante

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