Vivir a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret es vivir sirviendo al Señor y haciendo su voluntad. Para lograr vivir de esta manera el Padre Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, nos exhorta a que frente todo acontecimiento nos preguntemos: ¿Qué me trae o comunica esta experiencia? y ¿A qué me invita Dios? Hace poco más de tres meses nuestra historia fue marcada por el acontecimiento del huracán María, por lo que sería bueno poder responder ambas interrogantes: ¿Qué nos trajo María? y ¿A qué me invita Dios?

Podemos comenzar diciendo que el huracán María nos trajo más tiempo para compartir en familia cara a cara, tiempo para dialogar, jugar, trabajar juntos, para salir al encuentro del vecino, en fin, tiempo para estrechar y fortalecer nuestros vínculos. Esto nos debe invitar a rescatar esas experiencias de unidad que hemos perdido como familia:

-Sentarnos juntos a comer (si no podemos cenar juntos entonces desayunemos juntos, pero no dejemos que el afán de la vida nos robe este espacio).

-Mirarnos cara a cara para dialogar (si vemos que pasa tiempo sin que dialoguemos profundamente, hacer una cita con nuestro cónyuge o nuestros hijos. No dejar pasar tanto tiempo incluso para hablar con los vecinos).

-Orar juntos (¿Estamos teniendo al menos un espacio de oración en familia diariamente? Meditar una lectura de la Biblia y hacer eco repitiendo cada cual un versículo, compartir alguna reflexión del Papa).

-Divertirnos juntos (Juegos de mesa, ir de turismo interno. Y hacerlo con frecuencia).

-Trabajar juntos (Qué distinto es cuando hacemos el patio entre todos o cuando entre todos ayudamos a doblar la ropa).

Todo esto: comer juntos, orar, dialogar, trabajar juntos y divertirnos son rituales de conexión que nos vinculan y fortalecen nuestra familia.

El huracán María puso al descubierto lugares que antes estaban ocultos a simple vista. De la misma manera nos descubrió cosas nuestras o de nuestra familia que no nos estábamos dando cuenta, específicamente con lo relacionado al uso de la tecnología. El Padre Kentenich nos dice: “Hombre nuevo es aquél que sabe aprovechar todas las ventajas de la vida moderna sin hacerse esclavo de ninguna”. ¿Nos mostró María que estamos siendo esclavos del celular, la Internet, los juegos, la TV, etc.? Esta observación sobre el uso que estamos haciendo de la tecnología debe convertirse en una invitación para renovarnos como familia. Por ejemplo, podemos establecer reglas de uso: no celulares en la mesa a la hora de comer. No celulares al baño. Celulares a una canasta a la hora de dormir. En vez de ver televisión todos los días, escoger el día y el tiempo y ese espacio que antes se usaba para ver televisión utilizarlo para leer, dialogar, ayudar en la casa, etc. Lo más importante es modelar lo que esperamos de nuestros hijos. Nosotros, padres y madres, tenemos que dar primero el ejemplo.

Por último podemos señalar que el huracán María también nos enseñó que podemos vivir con menos electricidad y menos agua. Debemos sentirnos entonces invitados a ser más prudentes y comedidos en el uso de estos recursos. Esforzarnos por reciclar, rehusar y evitar el descarte de cosas que aún son servibles. Pues como nos dice nuestro Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si’: “La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo”. No podemos hacernos de la vista larga; nos toca ser familias agentes de cambio.

Hoy 31 de diciembre es parte de nuestra cultura puertorriqueña establecer resoluciones para el Año Nuevo. Que una de estas resoluciones para este próximo año 2018 sea la del querer transformarnos en santas y sagradas familias. Que a ejemplo de Jesús podamos vivir confiados en el regazo y corazón de nuestra Madre. Que como María y José tengamos siempre nuestra mirada puesta en Jesús y seamos portadores de Cristo en nuestro tiempo: en nuestra familia, vecindario, trabajo, dondequiera que estemos. Que los demás al entrar en contacto con nosotros puedan sentir la presencia del Dios y se encienda en ellos la fe, la esperanza y la caridad. Así estaremos siendo instrumentos para despertar en las familias de nuestro Puerto Rico una corriente de Nazaret borincanos.

(Víctor y Jasnice Fabre | Liga de la Obra y Familia de Schoenstatt)

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