Cuando llega el mes de octubre lo primero que le viene a la mente a muchos jóvenes y niños es disfrazarse y celebrar Halloween.

Promovida por la cultura del consumo, son bombardeados constantemente para adquirir decoraciones, dulces, disfraces y otras cosas. Pudiera sugerirse que se trata de una costumbre inofensiva, pero si miramos bien, a fondo, conoceremos que es una práctica pagana que contradice la fe cristiana.

Días atrás le hablé a los jóvenes de mi parroquia sobre la “noche de las brujas” como antítesis de la festividad litúrgica de todos lo Santos. Les hablé y, con sus miradas de asombro, conocieron la verdad.

No es posible competir con la influencia de los medios, sin embargo el llamado que nos hace el Señor es comunicar que, a pesar de lo divertido que resulta para muchos, Halloween en su origen fue un festival de los celtas, que en la víspera del año nuevo céltico en honor de su “señor de la muerte” o “Samagin” le ofrecían sacrificios de animales y seres humanos.

Esto evolucionó hasta influenciar en la cultura anglosajona y desarrollarse en una fiesta en la que muchos le rinden culto a la muerte y al mal. La noche del 31 de octubre las sectas satánicas acostumbran realizar sus “misas negras”, en donde se burlan del sacrificio de Jesucristo por la salvación del mundo en la Cruz.

Como cristianos debemos ayudar a los jóvenes y niños a reflexionar con pensamiento crítico en lo que celebran el 31 de octubre. En Deuteronomio 18:9 leemos: “cuando entres en la tierra de tu Dios, no imites las costumbres abominables de esas naciones… Cualquiera que practique estas costumbres se hará abominable al Señor.” En esta fecha mejor recordemos a nuestros fi eles difuntos y a los santos, enriqueciéndonos de sus testimonios y modelos de vida cristiana. Joven, Halloween es una práctica anticatólica, que te aleja de la luz que venció las tinieblas y que tanto necesitan nuestras almas.

Fuentes: Aci Prensa, Encuentra.com

Para más información de este tema, acceder a: http://www.aciprensa.com/controversias/halloween.htm

(Natalie E. Negrón Torrens)

(Este artículo fue publicado en el Semanario Católico El Visitante en el 2010, núm.44 )

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