Vivimos en una sociedad que ha cuestionado los valores tradicionales. Como parte de este cuestionamiento se han redefinido las funciones tradicionales del padre, como proveedor, y de la madre, como cuidadora, dentro de las familias. Las familias modernas comparten roles, permitiendo a los padres o madres realizarse en sus carreras. Este cambio, hace cada vez más importante el rol del padre dentro de la crianza.

La familia del siglo presente exige que el padre asuma corresponsabilidad por la crianza y cuido de los hijos, a la vez que exige a la madre convertirse en sustento del hogar, ya sea total o parcialmente. Ante las altas demandas que esto implica no podemos olvidar que la razón de ser de la familia, dentro de la sociedad es la de criar hijos que sean felices, buenos ciudadanos y por supuesto, partícipes de nuestra fe. Esta participación del padre en el desarrollo de sus hijos, debe comenzar desde la concepción. No sólo la madre es responsable del hijo por nacer, el padre también debe asumir responsabilidad por su desarrollo y crecimiento, desde su concepción. 

En su Carta a las Familias, Gratissiman Sane (GS), San Juan Pablo II insiste en que: «la maternidad implica la paternidad y, recíprocamente la paternidad implica la maternidad: este es el fruto de la dualidad dispensada por el Creador al ser humano desde el principio». En su discurso explica como en la sociedad moderna “se ha creado una confusión de papeles. El padre declina fácilmente su responsabilidad de educador de los hijos a la madre, sobre la que recae todo el peso de la educación de los hijos con repercusiones muy negativas. Los hijos necesitan de las dos figuras, del padre y de la madre”. La educación es una tarea solidaria de los padres y es la función primaria de los padres con respecto a sus hijos. Hablamos de educación, en un sentido amplio; educación moral, educación en la fe, educación sexual, vocacional, etc. Aún en el caso de parejas separadas, recalca el Papa Francisco, padre y madre son esenciales en la crianza de los hijos. La función de ambos se constituye en un deber sagrado, de naturaleza espiritual (CDSI, 237). Ambos deben participar en el proceso de desarrollo de sus hijos.

El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) afirma que la familia tiene una función “insustituible” en la educación de los hijos. Es un deber primario que no puede ser delegado a ninguna otra institución social. Por el contrario, las instituciones civiles deben asumir un rol “subsidiario”, de apoyo a las familias en estas funciones, (CDSI, 240). Medidas para garantizar que las madres y padres trabajadores puedan tener el tiempo necesario para compartir con sus hijos o cumplir con sus deberes parentales, apoyan a las familias en el cumplimiento de sus responsabilidades. Pero, ante todo, es necesario que el estado reconozca la prioridad de la familia, sobe cualquier otra institución social, (CDSI, 254).  

La lección más importante de los padres a sus hijos, ha de ser educarlos en el amor y el respeto. Esta lección exige que se evite la propensión, de no pocos padres, a renunciar a su papel, para asumir el de simples amigos de los hijos, absteniéndose de llamadas al orden y correcciones, cuando es necesario para educar en la verdad. Estas correcciones deben realizarse con todo afecto y ternura, (GS). Como se nos recomienda en el libro de Proverbios (3, 12): “Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido”. 

Los padres también transmiten a sus hijos el modelo de paternidad y maternidad que pueden llegar a asumir en su vida adulta. Por eso, en el caso de hijos varones la figura paterna cobra una gran importancia. Además de que el varón, en la adolescencia necesitará consejos para sobrellevar situaciones y experiencias particulares a su sexo, que podría ser incomodo compartir con su madre.

El Papa Francisco, al reflexionar sobre el papel del padre en la familia durante una Audiencia General ha ofrecido consejos muy concretos: Un buen padre sabe atender y perdonar, desde lo profundo del corazón, también debe transmitir cercanía, dulzura, pero a la misma vez firmeza. Nos dice: “Toda familia necesita al padre”.

(Puede enviar su comentario al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com)

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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