Fuera ahora el verso bronco, duro;
la estrofa seca, áspera, cortada
como cuadra a la cuenca helada
que fragua todo mal.
Dante Alighieri
El fondo del infierno dantesco no es verano abrasador, sino crudo invierno. Las imágenes literarias para describirlo consistirían en los hielos perennes y los polos congelados. Los trópicos cálidos estarían más acordes con la morada de los bienaventurados.
Lo resumo en mi breve poema:
Nos asegura Dante en sus recuerdos,
que en las profundidades del infierno
no arden las crueles llamas del averno,
sino el terrible tormento del hielo.
Y que, en las moradas del alto cielo,
los santos se abrazan en feliz fuego.
El rey de la mentira y los traidores —corruptores de las más altas instituciones creadas para el bien de la humanidad— se encuentran en la zona central y en las cuatro rondas del noveno círculo. Los traidores están congelados en el lago de hielo llamado Cocito. Los de la primera ronda —Caina— han engañado a los propios familiares y sufren inmersos en hielo hasta la cara: “hasta donde el rubor avanza, / estaban las sombras dolientes en la escarcha”. Son los imitadores del fratricida Caín. La segunda zona concéntrica —Antenora— recoge a los pérfidos políticos que han sido desleales a sus respectivas comunidades, sean países o ciudades. En la tercera ronda, cuyo nombre es Tolomea, aparecen las personas alevosas que les han fallado a sus huéspedes. Cumplen el castigo, echados supinos en el hielo, que les cubre el cuerpo excepto la cara. La cuarta ronda —Judeca— hace triste honor a quien vendió a Cristo. La inferior de las categorías infernales sanciona las actitudes traicioneras de quienes entregan a sus bienhechores; y los hunde de pies a cabeza en el lago helado, distorsionados en diversas posiciones, según la naturaleza de las infidelidades cometidas.
¿Y dónde se esconde el Enemigo, el Mentiroso y el Cizañero? Satanás, traidor por antonomasia, renegado mayor y autor del último pecado, permanece atrapado en el centro del Infierno. Dante lo describe cual bestia espantosa con tres caras: roja, negra y entre amarilla y blanca. Está inmerso en el hielo hasta la cintura, llorando y babeando. Aletea como si intentase escapar, produciendo un viento que hiela todo el Cocito. Cada boca tiene un famoso traidor, con Bruto y Casio en las bocas de la izquierda y derecha respectivamente. En el centro descuella Judas. A él se le aplica la peor de las torturas, su cabeza es roída por la boca de Lucifer, irónicamente el rey de las tinieblas… y de las regiones frígidas.
Aníbal Colón de La Vega
Para El Visitante