En el libro del Éxodo, Dios hace un recuento del recorrido del pueblo de Israel por el desierto, recordándoles que lo había acompañado y alimentado con el maná del cielo.
En la 1ra carta a los Corintios, San Pablo nos explica que la participación de nosotros con el pan partido y el vino bendecido, hace que nos convirtamos en una sola Iglesia, en un solo Cuerpo de Cristo.
En el Evangelio de San Juan, Jesucristo habla sin ambigüedades que el que coma su cuerpo y beba su sangre tiene vida eterna, a pesar del escándalo que le causó a los que lo escuchaban.
“Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Con estas palabras Jesucristo se despide de sus apóstoles en el Evangelio de San Mateo, que nosotros meditamos la pasada solemnidad de la Ascensión del Señor. Ciertamente Jesucristo se ha quedado con nosotros de muchas maneras: cada vez que lo invocamos, cada vez que dos o más nos reunimos en su nombre, en la comunidad de fe, en las Sagradas Escrituras… pero la forma más poderosa, solemne y teológica por la cual Jesucristo se queda con nosotros es en la Eucaristía, en su cuerpo. Para entender bien las lecturas de hoy, tenemos que conocer sus contextos e implicaciones.
Como por ejemplo, en la 1ra lectura. Le dice Dios al pueblo de Israel que, a pesar de estar castigado y pasar toda clase de penurias en el desierto, Dios no abandona su pueblo y que el maná conque lo alimentaba era una forma de Dios mostrarle a Israel que Él estaba con el pueblo, que no lo abandonaba. Pues bien, Jesucristo nos dice en el Evangelio de San Juan que el Pan que nos va a dar, que es su Cuerpo, es superior al maná que Dios Padre le dio a Israel. Por tanto, si ese pan, que es inferior, tiene el poder de la presencia de Dios entre su pueblo, ¿qué podemos decir del Cuerpo de Cristo, que es superior y que está guardado en los sagrarios de los templos católicos? Por eso es que nosotros, entendiendo las Sagradas Escrituras, sabemos que es la Eucaristía, es la presencia de Dios entre nosotros, para acompañarnos en nuestro diario vivir.
Ese Cuerpo de Cristo tiene poder. Eso Jesucristo nos lo repite muchas veces. Uno de los poderes del Cuerpo de Cristo es el de unirnos a Jesucristo y de unirnos unos con los otros. La 1ra Carta de San Pablo a los Corintios es un documento eucarístico importantísimo ya que fue escrito antes de que San Marcos escribiera el primero de los evangelios, y nos habla de la centralidad de la Eucaristía en las celebraciones litúrgicas y en la vida de la Iglesia, antes de que se escribiera la institución de la Eucaristía. En la 1ra de Corintios Pablo incluso llega a decir que el que coma el Cuerpo de Cristo en pecado, es reo de muerte espiritual.
Y no nos equivoquemos. Ante las lecturas protestantes que dicen que la Eucaristía es algo simbólico, Jesucristo es claro que la Eucaristía es su cuerpo, que se nos da. Él repite e insiste que es su Cuerpo a pesar de que estaba escandalizando a sus oyentes. Si la Eucaristía fuese algo meramente simbólico, ¿Jesucristo lo habría insistido a pesar de que sería rechazado? Ciertamente no.