La causa principal de la crisis que sufre Puerto Rico es que hemos rechazado al amor para centrarnos solo en nosotros mismos y olvidarnos de Dios y del prójimo.

Este individualismo ha creado un sal pa’ fuera colectivo donde cada cual busca atender solo su interés y no necesariamente el del familiar, ni el del vecino, ni el del compañero de trabajo, ni el de la organización donde trabaja, ni el de la comunidad, ni el del gobierno y, por ende, ni el de Puerto Rico.

El amor es la virtud más poderosa para destruir el egoísmo (CDSI 581) haciendo que nazca la verdad, la libertad, la justicia, y la paz (CDSI 205, CIC 1826 y 1829), y se define como la disposición habitual y firme de buscar el bienestar para alguien (Suma teológica, I-IIae, cuestión 26, 4).

El amor es la única fuerza que puede conducir a la perfección personal y social y, por tanto, transformar a Puerto Rico hacia el bien común (CDSI 580), pues nos lleva a crear las condiciones de vida que hagan posible que cada puertorriqueño y grupo al que pertenezca puedan desarrollarse al máximo de sus capacidades (CDSI 164).

Pero, el amor nos exige tres requisitos: amar a Dios sobre todas las cosas, amarnos a nosotros mismos, y amar al prójimo como a nosotros mismos (CIC 1822). Tenemos que amar a Dios porque Él está dentro de nosotros (2 Timoteo 1,14), y si no lo amamos, entonces no nos amamos a nosotros mismos y no amamos al prójimo.

El amor hay que expresarlo en cuatro áreas: cuerpo, mente, sentimiento y espíritu. Esto es así porque Jesús nos ordenó amar a Dios con todo el corazón (sentimiento), con toda el alma (mente), con todas las fuerzas (cuerpo) y con todo el espíritu (Lucas 10, 27). Jesús no ordenó que amáramos a medias sino con todo lo que podamos, y eso nos requiere un desarrollo integral físico, mental, sentimental y espiritual. No es amor si no se cumple con todos los requisitos y áreas que el amor exige.

Jesús quiso darnos el ejemplo de cómo cumplir con los requisitos y áreas que exige el amor al cuidar y fortalecer su cuerpo para poder trabajar como carpintero y luego poder caminar largas distancias por toda la región para predicar. En las visitas por las ciudades, Jesús se preocupaba por sanar enfermos y alimentar a sus discípulos. Tanto nos ama que entregó su vida para que tengamos vida eterna, y en la Eucaristía, Jesús nos sigue alimentando con todo su cuerpo, sangre, alma, y divinidad.

Jesús desarrolló su mente al aprender de San José las técnicas de carpintería y administración de negocios que después puso en práctica para organizar y dirigir su equipo de apóstoles y discípulos y crear su Iglesia. Jesús adiestró a los apóstoles con su ejemplo y palabras y les hacía preguntas constantemente para asegurarse de que, en sus mentes, tuvieran el conocimiento necesario y la habilidad para transmitirlo sin error a otros cuando Él no estuviera.

Jesús desarrolló sentimientos tales como amor, compasión, valor, y paciencia para enfrentar múltiples situaciones y lidiar con las distintas personalidades de los apóstoles, con los no creyentes y con sus opositores. Jesús enseñó a los discípulos a cuidar sus sentimientos para no caer en la tristeza, la rabia, ni el desánimo, y que es del corazón que brotan las fuentes de la vida (Proverbios 4, 23).
Jesús se desarrolló espiritualmente al amar, orar y obedecer a Dios-Padre, y educó a los apóstoles y discípulos a desarrollar una relación de amor, fe y esperanza con Dios para que entendieran que con Dios se puede todo y sin Él nada (Juan 15, 5).

En resumen, el amor salvará a Puerto Rico si nos proponemos cumplir con estos tres pasos:

1. Buscar continuamente el desarrollo integral propio.

2. Buscar continuamente el desarrollo integral de quienes estén a nuestro lado ya sean cónyuge, familiares, novio(a), amigos, compañeros de trabajo, vecinos, y enemigos.

3. Buscar continuamente el desarrollo de toda organización a la que pertenezcamos ya sea familia, empresa privada, gobierno, comunidad, iglesia, etc. Se utilizaría lo ganado y aprendido en los pasos anteriores tales como nuevas energías, nuevos conocimientos, sentimientos positivos y de autovaloración y una relación fuerte con Dios para juntos mejorar los procesos y el ambiente de toda organización.

En fin, Dios es amor (1 Juan 4, 8), y todos tenemos la capacidad de amar porque fuimos creados a su imagen y semejanza (Gen 1, 26). Nos queda entonces comprender la formidable fuerza del amor y tener la voluntad de utilizarla al máximo por nuestro bien y el de los demás, y así todos, junto a Dios, salvaremos a Puerto Rico.

(Ricardo Santamaría | Consejo de Acción Social Arquidiocesano)

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