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El Adviento también es tiempo de conversión

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Por fin llegaron las navidades, las fiestas que todo el mundo espera, y las más largas en Puerto Rico. Y aunque durante esta época todo el mundo piensa en fiesta, ‘bebe lata’ y ‘pachanga’, eso no es lo verdaderamente importante. Porque está bien celebrar y que sea una época de felicidad, pero es necesario volver a lo esencial y lo principal. 

El adviento es más una época de recogimiento y espera, pero sobre todo también de conversión. Una conversión que se renueva cada año ante la espera del nacimiento de Jesús en cada hogar, en cada corazón. 

En el Catecismo se nos dice que es Jesús quien nos llama a la conversión (Núm. 1427). “Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: ‘el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la buena nueva’ (Mc 1, 15)”. Esta buena nueva se nos revela en el Evangelio, por medio de los profetas, cuando se nos anuncia un Salvador, un Mesías que vendrá a cambiar la historia y que convertirá a todos en nuevas criaturas. 

Para hablar sobre la conversión, El Visitante dialogó con el Padre Miguel De Ángeles Ramírez, párroco de la Parroquia Perpetuo Socorro de Caguas. Padre Miguel manifestó que la conversión no se aplica solamente al ámbito cristiano, pero que es un proceso continuo “y que puede caminar con nosotros toda la vida”. Usualmente, las personas dicen: ‘el momento de mi conversión fue en tal fecha’, y lo asociamos a un momento concreto porque “hay eventos que provocan algo radical en nosotros”. Pero, según el Padre Miguel De Ángeles, la conversión es un proceso que nunca termina, aunque puede darse en momentos determinados que marquen un antes y un después. Ahora bien, “tenemos que estar abiertos constantemente a la conversión en el diario vivir”. 

“Para los que no creen (en Cristo) es una oportunidad, […] un momento radical donde su encuentro le abre los ojos a un nuevo modo de ser por medio de Jesucristo. Para los que creemos en Jesucristo, es un proceso necesario”, explicó el párroco. 

Los sacramentos son la base de ese proceso necesario de conversión en la vida de todo católico. Sin sacramentos no hay transformación real. “El bautismo nos inicia en la vida de cristianos y el sacramento de la unción (de los enfermos) igualmente nos llama a la conversión por medio de la sanación. […] El principio de la conversión va a depender de la historia de cada uno. Puede comenzar antes de un sacramento, con un sacramento o con un evento espiritual”. Sin embargo, la muerte es la que pone fin a ese proceso de transformación del alma llamado conversión. 

           Por otro lado, el Adviento también es un tiempo propicio para la conversión, aunque cada tiempo litúrgico para la Iglesia lo es. El Adviento, que consta de 4 semanas, es época en la que se hace un recorrido por la historia de la salvación. Sin embargo, esta fecha es muy conocida por el ambiente festivo que la caracteriza. Sin embargo, para la iglesia es un período penitencial, de volver la mirada a quien es el principio y el final: Jesucristo. El adviento nos invita a la reflexión, donde comprendamos que, aunque caminemos con Jesús “también necesitamos cambiar nuestra vida […] para poder recibir al Mesías en el corazón, porque todavía hay mucha gente que necesita cambiar su corazón hasta dentro de la misma iglesia”, expresó el presbítero de Caguas.

“La Iglesia y la misericordia de Dios nos enseña que nunca es tarde para la conversión”. Hasta en el último suspiro podemos llegar a transformar nuestra mente y corazón, y sentir la paz que tanto anhelamos. Sólo Dios conoce cada corazón, y sólo Él sabe si nuestro arrepentimiento es verdadero o no. “La conversión puede darse en el último momento de la vida, pero tenemos que de alguna manera cuadrar la historia. No es lo mismo haber vivido de cara a Dios, en conversión, buscándole, haciendo sacrificios para poder llegar al cielo, que en el último momento. Aunque la Palabra lo menciona, de que más se alegra el cielo por un pecador que se arrepiente, que por 99 que ya estuviesen en el redil”.

La Iglesia nos ha enseñado siempre que es necesario fomentar la vida espiritual. Para esto, Padre Miguel aportó algunas cosas claves: los sacramentos, la lectura de la palabra, la reflexión, hacer al menos un retiro anual, y la caridad fraterna, para salir de la comodidad personal y del egoísmo. 

            Por otro lado, también quiso añadir cuatro palabras que nos invita a reflexionar en este tiempo de Adviento: escuchar, soñar, florecer y confiar. “Escuchar lo que el Espíritu Santo tiene que decirnos. Soñar con un mundo mejor, con una iglesia mejor y más santa. También a florecer en la iglesia, en mi hogar, mi familia, comunidad, sociedad, trabajo, etc. Por último, se nos invita a estimular la confianza en Dios y en nuestros hermanos”. Asimismo, invitó a utilizar estas palabras para la reflexión personal durante este adviento, y que esto sea un modo de convertir el corazón en un pesebre para recibir a Jesús. 

Jorge L. Rodríguez Guzmán

j.rodriguez@elvisitantepr.com

Twitter: jrodriguezev

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