1ra lectura: Baruc fue secretario de Jeremías y, por tanto, presenció la destrucción de Jerusalén por parte de Babilonia. Sin embargo, al atender nuestra lectura, vemos que en vez de ser una de lamento y angustia, es una de esperanza e ilusión. Baruc anima al pueblo en su dolor a que mire hacia el frente, con ilusión y esperanza, puesto que Dios no se olvida de su pueblo, sino que lo va a salvar.
2da lectura: La Carta a los Filipenses está llena de ternura y entusiasmo. San Pablo le escribe a los cristianos de Filipos, una iglesia que, a pesar de la persecución y acoso por parte de la mayoría pagana, vive su fe con entusiasmo. Anima el Apóstol a los filipenses a que continúen con esa misma fe.
Evangelio: San Lucas nos introduce la figura de Juan Bautista. Lo hace en un momento específico en la historia de Israel y, con él, el mensaje central de su predicación que es la conversión para “preparar el camino al Señor”.
Como todos los segundos domingos de Adviento, se nos introduce a la figura de Juan Bautista. Él, junto con María y los profetas, es la figura central de este tiempo litúrgico. El mensaje fundamental de este domingo es la esperanza de un mundo mejor que viene, en el que Dos nos trae bendiciones a granel. Baruc llena de ilusión y esperanza de las bendiciones de Dios a un pueblo que primero, presencia la destrucción de su ciudad santa, Jerusalén, y que luego parte preso y deportado a Babilonia. Lo mismo San Pablo, que felicita y anima a los cristianos de Filipos en medio de circunstancias adversas a la Iglesia.
Este mensaje nos es aplicable a nosotros que vivimos en una situación difícil, debido a la pandemia, con la consecuente pérdida de seres queridos y el miedo de contraer la enfermedad; o el desempleo y la violencia rampante que se vive en nuestro país, o la pléyade de otros negativismos que estamos viviendo. Pero, para nosotros poder recibir las bendiciones que Dios nos tiene reservadas, es necesario que preparemos el camino del Señor. Esto es lo que nos indica Juan Bautista: el mesías viene a liberarnos del pecado y salvarnos, nos viene a bendecir con la mayor de todas las bendiciones que es la afiliación a Dios, el hacernos sus hijos. Pero para que esto pase, nos tenemos que convertir, dirigir nuestras mentes y corazón al Señor. Esta arenga de parte del Bautista es más pertinente en este tiempo en que nos enfocamos tanto en compras navideñas, en fiestas y jolgorios y no sacamos tiempo para Dios, para la oración, para abrir nuestro corazón a Cristo en esta Navidad. ¿Cómo preparas tú el camino al Señor?
Padre Rafael Méndez Hernández
Para El Visitante