Comenzamos un nuevo año litúrgico con el tiempo del Adviento. Una vez más como todos los años nos disponemos a vivir este tiempo de la Iglesia no solo para prepararnos para celebrar la natividad del Hijo de Dios Verbo encarnado, sino para prepararnos para nuestro encuentro definitivo con Aquel que “vendrá de nuevo con gloria para juzgar vivos y muertos”. Tiempo brevísimo que nos ayuda a tomar conciencia de una verdad de fe que vivimos desde que Jesús ascendió al Cielo hasta que retorne glorioso.Pese a la importancia de este tiempo, experimentamos tremendas distracciones para vivirlo debidamente. Sabemos que la Navidad, más que un acontecimiento salvífico, se ha convertido en un acontecimiento económico. Desde octubre (o antes) vemos los artículos navideños en nuestros centros comerciales.
¿Qué espacio queda para la espera? ¿Qué espacio queda para la preparación? Ante la rampante crisis económica que vivimos, la Navidad se ha convertido en un tiempo de esperanza, pero no tanto en su sentido espiritual, sino, sobre todo, material. Corremos el riesgo de pasar por alto esas tres brevísimas semanas incompletas con sus cuatro domingos que nos invitan a la espera-memoria de la primera y humilde venida del Salvador… (a la) espera-súplica de la última y gloriosa venida de Cristo… (a la) conversión, a la cual invita con frecuencia la Liturgia de este tiempo, mediante la voz de los profetas y sobre todo de Juan Bautista… (y a la) esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por Cristo (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia 96).
Ante la brevedad del Adviento conviene aprovechar los elementos litúrgicos y piadosos accesibles en nuestras parroquias y demás comunidades. Algunos de ellos:
1. La corona de Adviento con sus cirios, los cuales se van encendiendo domingo tras domingo, puede aportar a la acentuación de nuestra esperanza en el Salvador que se acerca. El encendido semanal de cada vela merece ser debidamente destacado con oraciones y algún cántico. Normalmente hacemos esto dentro de la Misa dominical, de la misma manera que bendecimos la corona al comienzo de la Misa.
2. En dichas celebraciones y en las del resto de la semana, los cánticos ayudan enormemente a enfocarnos en el Adviento, siempre y cuando los mismos sean bien seleccionados, cosa poco común por desconocimiento de repertorio. Si cantamos en Adviento cantos propios del tiempo “Durante el Año” o, peor aún, cantos navideños de moda (litúrgicos o populares), mostramos que estamos un tanto desenfocados en lo tocante a la liturgia del Adviento y desenfocamos a los demás. ¡Qué necesario es incrementar el repertorio de Adviento, respetando sus partes fundamentales (tema para otro artículo…)!
3. Lo mismo ocurre con la decoración de nuestros templos. ¿No enfoca en el Adviento o nos distrae? ¿Adelanta la Navidad o nos prepara para ella? ¿Nos prepara para la alegría desbordante de la Navidad o anticipa esa alegría?
4. En muchas parroquias se acostumbra a tener retiros de Adviento. Los mismos son espacios de pausa para ubicarnos en la muy rica espiritualidad de estos días litúrgicos, para hacer propósitos de conversión y para prepararnos para celebrar la Navidad en el Señor. Es importante que los temas de estos retiros sean cónsonos al Adviento. Para otros temas, por más buenos que sean, hay espacio en otros momentos del Año Litúrgico.
5. Conviene destacar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María no solo con la Misa el 8 de diciembre, sino con un novenario o triduo en donde se presente la persona gloriosa de María y su gran relación con el Adviento. Igualmente es importante destacar la fiesta de la Virgen de la Guadalupe, patrona no solo de México, sino de toda América Latina. Sin duda que el Adviento y la Navidad son tiempos muy marianos.
6. No podemos olvidar nuestra Misas de Aguinaldo, las cuales, celebradas desde el 16 hasta el 24 de diciembre (inclusive) y antes de que salga el sol, que representa a Cristo, nos lleva a asumir una actitud vigilante, como las vírgenes de la parábola (Mt 25, 1-13), y a madrugar por el Señor (cf. Sal 63, 2). No son misas de Navidad, sino de Adviento, de vigilancia y espera alegre porque el Señor está cerca.
7. Las Posadas se celebran en muchas comunidades. Son propias y exclusivas de la segunda parte del Adviento, al igual que las Misas de Aguinaldo. Acompañamos a María y a José en su Adviento, lleno de incertidumbre y confianza en el Señor.
Que a pesar del bombardeo navideño en el que vivimos, no sucumbamos a la tentación de olvidarnos de este importante, necesario y hermoso tiempo que es el Adviento.