La ley del menor esfuerzo señala un derrotero de devastación y pobreza mental y material. Se prefiere mirar de lejos, hacerse de la vista gorda, o sencillamente detenerse en el camino para ver la vida pasar. Esa actitud, patrocinada por la oficialidad gubernamental y por el padrinazgo, pone límites a la mente y colma de harapos el cuerpo que se atolondra ante la cultura de bienestar.

Vivir conlleva un esfuerzo de mente y voluntad, implica desfacer entuertos, luchar contra lo negativo y errático. Estar a la vera del camino para elucubrar planes y tareas la tempestad embota el instinto de conservación, convierte el entusiasmo en miedo y en tribulación. Caminar por las rutas de la existencia conlleva un equipaje moral, una robusta complacencia y con lo que es y lo que tiene en una fórmula de sumar en vez de restar.

En las últimas décadas la actitud fundamental de muchos puertorriqueños ha estado inflada por el mirar y el dejar pasar, una ausencia de luz mental, en dejar que las cosas fluyan en detrimento de todos. Hay generaciones de boricuas que se acogen a la debilidad en vez de realzar sus habilidades y talentos que yacen dormidos en el baúl de los recuerdos.

Las luchas matrimoniales brotan como chispas al chocar las mentes dormidas por la pasividad y los achaques del alma y del cuerpo. Se contrae matrimonio en medio de la mezquindad y lo mío es y jamás se logra establecer la colindancia del amor vivo y audaz. Se piensa que el corazón es un motor aparte, que no tiene convergencia con las actitudes y formas escalofriantes que son parte del 0000equipaje vivencial. El trabajo y el esfuerzo mutuo hacen la gran diferencia, proyectan el gran amor.

Dada la condición humana nada es fácil, pulir el diamante que posee cada uno es la norma y la ley. Sentarse a la mesa común en actitud de “yo me lo merezco” o “alguien vendrá en mi ayuda”, es sumar a la decadencia y al desplome personal. La educación con “la letra con sangre entra” de los antepasados será aliada perenne de la marcha ascendente en lugar de la caída estrepitosa de la misma sociedad.

La tendencia de estos días es a dar reversa, a patrocinar el menor esfuerzo, a pernoctar en el ocio y descanso en el gobierno y otras instrumentaciones. La iniciativa personal si conlleva sacrificios, se derrota para acogerse a la siesta y a otras actividades de menor esfuerzo. Siempre habrá el deseo de darse de baja de actividades elevadas y regresar a la zona del confort.

En la pandemia y fuera de ella no es ilícito “mirar y dejar pasar” a echarse fresco a la vera de un flamboyán. Es tiempo para decir aquí estoy, para emprender la ruta de la superación y lograr que la primavera despunte en cada oportunidad gloriosa.

P. Efraín Zabala

Editor

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