Roberto C. Gerena López y Ernest J. Cruz Córdova recibieron el Sacramento del Orden Sacerdotal por la imposición de manos del Obispo de Arecibo, Monseñor Daniel Fernández, el pasado sábado, 17 de agosto, a las 10:00 a.m. en la Catedral San Felipe Apóstol de Arecibo.

“Transmitan a todos la Palabra de Dios que han recibido con alegría y, al meditar en la ley del Señor, procuren creer lo que leen, enseñar lo que creen y practicar lo que enseñan”, exhortó Mons. Fernández a los candidatos al inicio de la homilía y añadió: “Que su enseñanza sea alimento para el pueblo de Dios, que su vida sea un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que, con su palabra y su ejemplo, se vaya edificando la casa que es la Iglesia de Dios”.

De las tres funciones del sacerdocio que son: enseñar, santificar y gobernar, el Obispo insistió en la primera, recordándoles que deben realizar su ministerio en tiempos de mucha confusión doctrinal, por lo que recalcó que el sacerdote no debe crear doctrinas propias, sino enseñar la doctrina de Jesús y debe “ser la boca y el corazón de Cristo”.

Asimismo, expresó que: “Ordenación sacerdotal significa ser sumergidos en la verdad. Esa verdad que no es simplemente un concepto o un conjunto de ideas que transmitir y asimilar, sino que es la persona de Cristo con la cual, por la cual y en la cual vivimos”.

También se dirigió de manera particular a los fieles diciendo que el Señor ha confiado a los sacerdotes la tarea de “ser anunciadores de su Palabra, de la verdad que salva, ser su voz en el mundo para llevar aquello que contribuya al verdadero bien de las almas y al auténtico camino de fe. Escúchenlos, pueblo de Dios, escuchen a sus sacerdotes”.

Acabada la homilía, cientos de feligreses fueron testigos del sí fuerte y firme que pronunciaron los entonces diáconos, Ernest y Roberto, a las promesas sacerdotales y la promesa de obediencia al Obispo.

Luego, tuvo lugar la letanía de los santos al momento de la postración, la imposición de manos y la oración consecratoria, la investidura de los ornamentos y la unción de las manos que fueron atadas por el Obispo, y desatadas por los padres de los elegidos. A eso siguió la entrega de los vasos sagrados y el abrazo de paz del Obispo y de todos los sacerdotes concelebrantes.

Antes de la bendición final, el P. Ernest, de 32 años, se dirigió a los presentes para expresar su gratitud, especialmente a Mons. Daniel, al clero, los formadores, directores espirituales, hermanos seminaristas, y también a sus padres “por quienes el Señor nos ha comunicado el don de la vida. A nuestras familias, amigos y bienhechores que durante estos años han sido testigos de la llamada vocacional”.

Por su parte, P. Roberto, de 27 años, además de agradecer, pidió la oración constante de los fieles por sus sacerdotes: “Sigan orando por nosotros para tener un corazón generoso, que no nos sirvamos del ministerio, sino que aprendamos a servir. Para tener un corazón puro porque solo desde la pureza del corazón podemos ver a Dios. Para que el Señor nos vea libres de toda tentación de lujuria; que podamos tratarles con cariño, con respeto, con delicadeza. Y para ser una persona que transmita el buen olor a Cristo, pero sencillo, sinceramente, sin doblez”.

Finalmente, los neopresbíteros, acompañados de sus madres, hicieron un ofrecimiento de flores a la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona de la Diócesis de Arecibo. ■

Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante

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