“El tercer domingo de Adviento se conoce como Domingo de Gaudete, toma el nombre de la Antífona de Entrada de la Misa que en latín comienza así: ‘Gaudéte in Dómino semper: iterum dico, gaudéte’. Frase tomada de Filipenses 4, 4, que significa: ‘Alégrense siempre en el Señor, les digo nuevamente: alégrense’. Ante la cercanía de la Navidad, la celebración del Dios con nosotros, Dios hecho hombre, hecho uno de nosotros, la Iglesia nos invita al gozo, a la alegría”. De esta forma, Padre Arnaldo Ortiz Dominicci de la Diócesis de Ponce y actual estudiante de Filosofía en la Universidad Angelicum en Roma, describió el por qué se le conoce de esta manera.
De igual modo, Fray Aníbal Jesús Rosario, Custodio de los Ermitaños Franciscanos de la Inmaculada en la comunidad de San Francisco de Monte Alvernia en Río Piedras, compartió que el Domingo de la Alegría, como lo celebra la Iglesia tradicionalmente, marca el tiempo cercano al misterio de la celebración del nacimiento del Señor.
Señaló que el color rosa, que lo distingue, es un color suave, que motiva y atrae. Dentro de la corona de Adviento, cuyas tres velas moradas significan austeridad, esta simboliza una austeridad alegre, llena de esperanza.
Continuó diciendo que: “Esa vela rosadita nos sumerge en una alegría porque lo que esperamos está cerca.
Esta alegría es grande, y es doble, primero porque en el aspecto histórico es el Aniversario del nacimiento de Cristo. Y segundo, es la cercanía del Salvador. Celebrando la primera venida de Jesús, la Iglesia y la Liturgia nos ponen en la perspectiva de estar alegres porque ese que vino hace 2019 años vendrá al final de los tiempos. Por eso el cristiano debe vivir esa alegría de que el Señor viene a llevarnos con Él”.
Asimismo, precisó que entre el festejo navideño está la alegría que los cristianos manifiestan regalando. “Esta donación de Dios, que se dio a nosotros primero, se muestra a través de nuestra generosidad con aquellas personas que amamos, incluso vamos más allá al llevarle regalos a personas que no conocemos”, comentó.
De otro lado, ante la interrogante de si la alegría se puede imponer, P. Arnaldo explicó que: “¿Mandar, a estar alegres, felices? Quizás no, pero la Iglesia habla de una experiencia vivida que necesariamente produce alegría, la felicidad verdadera: la presencia de Dios. La Iglesia es la comunidad que ha experimentado el Amor de Cristo, y lo comunica al mundo entero. La Iglesia quiere que despertemos, que nos demos cuenta del gran Acontecimiento: Dios que por amor viene a nosotros para salvarnos y colmar nuestra vida de plenitud”.
Por ende, sobre cómo experimentar la alegría, dijo que todo aquel que cree esta Buena Noticia, el Evangelio, y espera en el Señor se llena de gozo. Añadió que la esperanza cristiana produce alegría porque es una esperanza cierta, que no defrauda. “Esperar algo bueno nos permite disfrutarlo anticipadamente, como los padres al esperar al hijo que nacerá, o el que ha sido notificado de que recibirá un premio, o el que espera el día para el viaje de sus sueños. ¡Cuánto más será la alegría de quien espera en el Dios vivo y verdadero!”, concretó.
Mientras, para quienes suelen sentir tristeza en esta época por la pérdida de algún ser querido, Fray Aníbal agregó que quienes ya no están es porque han regresado al Señor. Por eso, detalló que: “Al tener esa certeza de que los que mueren como dice San Pablo, estarán con Dios, entonces ahí podemos encontrar la alegría de que esos seres queridos gozan de Él.
Así como nos alegramos aquí en la Tierra, esos seres queridos tienen una alegría ininterrumpida. Para nosotros es una época, para ellos es una eternidad de gozo, recibiendo permanentemente a Jesús en el Cielo”.
Por lo tanto, ante esta época festiva, para P. Arnaldo, la preparación debe consistir en vivir lo que es la Navidad, es decir, “dándonos por amor”. Esto porque Dios no nos ha dado algo, se nos ha dado a Sí mismo. “Así como la alegría de Dios es amarnos y que nos dejemos amar por Él, nuestra alegría será imitándole, es decir, siendo Navidad -presencia de Dios- para los hermanos, especialmente para los que más necesitan ser amados”.
A su vez, para Fray Aníbal, la preparación más profunda y más real es prepararse para la venida de Jesús. “La alegría, el regocijo, el regalo, las fiestas, la comida alegre… es como ese anticipo del que nos habla en la escritura el profeta, cuando nos dice que el Señor nos espera en el monte santo, lleno de alegría. Donde ya no habrá más llanto, más tristeza, no habrá hambre, no habrá dolor. Definitivamente, Adviento es recordarnos, ponernos en la verdadera espera que es la venida de Jesucristo glorioso, es recordarnos, mantenernos, siempre en vigilancia y en espera del Señor”. ■
Nilmarie Goyco Suárez
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