Las palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Lisboa continúan resonando en los corazones de los jóvenes. En la Ceremonia de Bienvenida, el Sumo Pontífice dijo a ellos que ninguno estaba allí por casualidad y que a todos nos llamó desde el comienzo de nuestra vida. “Él los llamó por sus nombres”. Estas palabras llegaron al corazón de Dannaliz Crespo González, una joven de Arecibo con disfunción motora, que se caracteriza por su alegría y buen humor. 

“Mi silla –de ruedas– me lleva a Dios”, comentó Dannaliz a este semanario. Y es que, aunque tuvo dificultades antes y durante la Jornada para movilizarse en ciertos momentos, “tomó su cruz y le siguió” junto a sus compañeros peregrinos de la Comunidad Misionera de Villaregia, establecida en Arecibo, con los que vivió esta experiencia. Hubo momentos de duda, frustración, flaquezas y dolor, pero el sacrificio y el esfuerzo realizado valió la pena. Esta fue su primera JMJ. 

Crespo González llegó a pensar que era “piedra de tropiezo” para sus compañeros durante el encuentro juvenil en Portugal. También cuestionó a Dios el propósito de su participación en la JMJ; luego entendió el por qué y para qué. Su comunidad, a quienes agradeció por las atenciones, nunca le dio la espalda y la apoyó en todo momento. A pesar de esto, no fue egoísta y dio espacio a los demás de vivir su propia experiencia de fe, caminar y ofrecer sus peticiones por cada sacrificio. 

La JMJ le ayudó a aceptarse, reconocer su condición y lo que comprende, retarse a dar el máximo y reconocer las necesidades de los demás. “Danna” afirma que esta experiencia la fortaleció física, emocional y espiritualmente. Sintió el amor de Dios y de María a través de los hermanos, que con una sonrisa le inspiraban a continuar el camino. Aprendió a dejarse amar y permitirse que otros la ayudaran y cuidaran. 

Alegre contó que tuvo la bendición de ver al Papa Francisco de cerca dos veces gracias a las mismas personas y a la misericordia de Dios. Al ver a otros acercarse a ver al Papa, igual con diversas condiciones físicas, pensaba en los sacrificios que cada uno tuvo que hacer para llegar hasta allí. 

Firmemente, animó a no tener miedo de lanzarse a la aventura con Dios y la Virgen, no temer a permitirse sentir miedo, tristeza, enojo, alegría o emoción… sentir su presencia hasta en lo más difícil y gozar de los frutos que llegan durante y después de cada experiencia. “Hemos sido llamados porque somos amados”, Papa Francisco en Lisboa. 

Jorge L. Rodríguez Guzmán  

j.rodriguez@elvisitantepr.com  

Twitter: jrodriguezev  

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