Ya estamos a punto de culminar el camino de la Cuaresma de este año. Nuestra Diócesis ha querido desarrollar, en el mismo, el arte de la contemplación. Por eso, luego de detenernos (primer domingo) para mirar atentamente (segundo domingo), conociendo (tercer domingo) y valorando las cosas (cuarto domingo), nos disponemos a poner el corazón en ellas (querer) para actuar. Estos serán los últimos pasos del quinto domingo de Cuaresma y del domingo de Ramos con el que iniciaremos la Semana Mayor.
En el camino de la contemplación para decidir algo es necesario descubrir qué es lo queremos: discernir adecuadamente las motivaciones interiores. Por otro lado, identificar si lo que queremos hacer corresponde a la voluntad de Dios para nuestras vidas. En otras palabras, en el camino de contemplar, cuando llegamos a este paso se trata de confrontar las voluntades. Lo que quiero con lo que quiere Dios. Esa misma situación fue la que vivió Jesús en el huerto de Getsemaní cuando oraba al padre diciendo: “Padre, si es posible aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22, 42). Esto es también lo que hace la Iglesia en el discernimiento pastoral: Descubrir qué es lo que el Espíritu le pide a la Iglesia hoy.
El Evangelio correspondiente al quinto domingo de Cuaresma nos relata la resucitación de Lázaro: el amigo entrañable de Jesús. Aquél del cual el Evangelio testifica: “Aquel a quien tú quieres está enfermo” (Jn 11, 3) o bien “miren cómo lo quería” (Jn 11, 16). El impulso natural de Jesús hubiera sido salir al encuentro del amigo enfermo para curarlo, sin embargo Él descubre lo que el Padre quiere con este evento: “Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (Jn 11, 4).
En el camino de la contemplación descubrimos el querer como una expresión de la intimidad de Dios en nosotros y el sendero que Él abre para que lo recorramos. El impulso humano nos lleva por un camino y Dios es capaz de mostrarnos otro. ¡Cuánto hemos de aprender de esa expresión esta enfermedad no es de muerte sino para la gloria de Dios! Descubrir que las situaciones difíciles que vivimos no son sinónimo de muerte o fracaso, sino para que Dios se glorifique en ellas. Dios es capaz de sacar un bien del mal que se experimenta.
Se expresa también en la angustia y reclamo de las hermanas: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano” ( Jn 11, 21-32). Las palabras de Jesús no se hicieron esperar: “Tu hermano resucitará… Yo Soy la resurrección y la vida, el que haya muerto vivirá y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre” (Jn 11, 23-25).
Este dinamismo del querer de Dios con el querer humano se expresa también en los demás textos bíblicos de ese quinto domingo. El deseo de Dios es que todos vivan conforme al Espíritu que da vida (primera lectura de Ezequiel) y en el salmo responsorial: Con amor te veneramos, mi alma aguarda al señor (Sal 129). Porque el que quiere aguarda, espera. Fue también lo que hicieron Marta y María ante la muerte de Lázaro: aguardaban al Señor.
Jesús finalmente actúa a favor de Lázaro llamándolo de la muerte (cfr. Jn 11, 43). Actúa aun faltando la esperanza: “Señor, ya huele, es el cuarto día” 11, 39). Y es que para los judíos la muerte real solo se determina después del cuarto día, cuando ya no hay vuelta atrás, cuando se inicia el proceso de la corrupción. Por eso la Escritura dice que Jesús resucitó al tercer día. Es decir, que experimentó la muerte pero no la corrupción. En la doctrina mariana también se indica con la expresión “se durmió”. Es decir, María murió, pero no experimentó la corrupción: es asunta al Cielo en cuerpo y alma.
Cada uno de nosotros quiere vivir y nuestras sabias decisiones han de conducirnos a la vida, aunque en las decisiones muchas veces no acertemos adecuadamente a optar por ella. Dios quiere que todos se salven, este es su querer, y que lleguen al conocimiento de la verdad. Nos corresponde recorrer este camino para actuar.
En la Semana Santa contemplaremos el actuar de Dios. Movido por su amor, él nos hará el regalo del ministerio sacerdotal y de la Eucaristía en el contexto del amor fraterno: el de lavar los pies a sus discípulos (Jueves Santo); entregará su vida por todos (Viernes Santo); y la fuerza de la divinidad encerrada en sí mismo le resucitará de entre los muertos (Vigilia Pascual).
Actuemos como Jesús, movidos por el amor y también resucitaremos con él. Buena Pascua.
Vicaría de Pastoral