Las líneas borrosas de estos tiempos amenazan todo a su paso silencioso y confuso. Hasta las fiestas de cumpleaños “evolucionan”, se virtualizan y modernizan. Y no voy a la cantaleta sosa de que lo viejo era mejor. Abogo para que se reserven espacios que propician el compartir, ese detente para reflexionar en un tiempo y comenzar otro. Pero es que las fiestas cumpleañeras se han vuelto en actos sociales vacíos, repletas de fotos y escaso compartir, en los que se gastan pequeñas fortunas. Cuando la cámara no graba o dispara la foto, todos van a sus pantallas.

Recuerdo que en mi niñez el cumpleaños habitual era más como un encuentro familiar, con los mismos 3 ó 4 amigos-vecinos. Daba igual si era en la mañana, mediodía o tarde. Era cuando cuatro muchachos se montaban en dos bicicletas, era irse a los columpios, jugar a la pelota con palos del monte, sentarnos en la acera, buscar acerolas y aburrirnos juntos. Y cuando uno salía golpeado, llorar juntos. El cumpleaños más bien era el momento de cantar a gritos con un biscocho de Sarah Lee con una vela para volver al patio o a la calle corriendo. El regalo era una canica bonita que iba pasando de mano en mano o el remplazo de la bola que se perdió la semana anterior.

Veo cómo lo humano se pierde poco a poco para dar paso a lo virtual al compartir la publicación con gente que conoces y que no conoces, pero si estuvieran presentes (que lo están desde el mundo virtual) no te sentirías cómodo. Curioso será cuando llegue el momento de cantar, todos graben incluyendo al cumpleañero y no hay quienes canten o vivan el momento. O peor, que el cumpleañero se sienta completamente solo en el centro, como si fuera una especie de atracción a la que  hay que “inmortalizar” con un tiroteo de fotos en todos los ángulos posibles.

Recomiendo una cámara perfecta que transforma y edita toda foto y vídeo con el mejor de los filtros. Es económica, compacta, versátil y no requiere visión nocturna, flash ni baterías recargables de última generación. La mejor cámara para grabar el cumpleaños es el corazón. Ahí se recuerdan los mejores momentos sin que los discos duros averiados los borren para siempre. Pero para usar la cámara del corazón, hay que tener toda la atención, todos los sentidos y el alma bien abiertos para que grabe con la mayor resolución. 

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