La teoría económica clásica propone que los mercados se auto regulan, en un mercado de competencia. Por lo tanto, los aumentos en precios deberían provocar un descenso en la demanda de productos. Ante una reducción en la demanda, los productores, para colocar sus productos y poder venderlos, reducirían los precios. Pero esta teoría dista mucho de la realidad de los mercados. En el mundo económico rara vez existen mercados compuestos por un gran número de productores que tengan el mismo poder sobre los mercados. Tampoco existe un solo producto en el mercado que pueda llenar una necesidad, sino que existen productos sustitutos, capacidades diversas de adaptación de los productores a los mercados, tarifas protectoras para algunas industrias, controles de precio, mercados externos que se afectan por las políticas monetarias de los países, etc. También hay muchas variables económicas fuera de nuestro control, que hacen de las predicciones y modelos económicos un gran reto. 

Mientras los economistas y gobernantes intentan promulgar políticas que atiendan las necesidades de los ciudadanos, la realidad es que vivimos es una espiral de precios. En el lenguaje económico, esta enfermedad del sistema económico que afrontamos en el presente se conoce como inflación. La inflación que afecta negativamente el bienestar de las familias y principalmente el de las familias de recursos limitados o que viven de ingresos fijos (pensiones, seguridad social, etc.).

En Puerto Rico, la tasa de inflación se estima en un 6.1% (abril 2021 a abril 2022), con un crecimiento mensual en el último mes de 1.3%. Los aumentos en precio más significativos son en los costos de transporte (12.7%- marzo 2022) y alimentos (8.5% abril). Las perspectivas son hacia la aceleración de estos incrementos en precio durante el año 2022. La inflación creará una mayor desigualdad económica y agudizará la pobreza de muchas familias en Puerto Rico. La Doctrina Social de la Iglesia nos ayuda a identificar varias acciones que podemos tomar en estas circunstancias económicas que nos afectan, tanto a nivel familiar como en asociación con otras personas 

A nivel personal, se nos exige ser buenos administradores de los bienes recibidos: “Una buena administración de los bienes recibidos, incluidos los dones materiales, es una obra de justicia hacia sí mismo y hacia los demás hombres; lo que se recibe ha de ser bien usado, conservado, multiplicado, como enseña la parábola de los talentos”, (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 326). Hacer buen uso implica la disciplina de un presupuesto que prevenga el despilfarro del dinero en cosas que no son realmente necesarias, separar una parte de nuestros ingresos para ahorros y para sostener al pobre. La planificación de nuestro consumo requiere que desarrollemos estilos de vida que no hagan descansar nuestra felicidad en el tener, sino en el ser, en el aprecio de la verdad y la belleza. Como consumidores, también debemos ejercer nuestra responsabilidad económica, mediante nuestro patrocinio a empresas de tipo cooperativo, que fomenten condiciones correctas de trabajo, que inviertan sus ganancias en el país, responsables con el medio ambiente, etc. 

A nivel de asociaciones, también debemos estar atentos y apoyar toda legislación económica que promueva la justa redistribución de la riqueza. La Doctrina Social de la Iglesia, propone fortalecer la sociedad civil para que ésta promueva sus exigencias de una mayor justicia social (CDSI, 418).  La responsabilidad social que recae sobre nosotros los laicos, es lograr que las estructuras políticas establezcan como el principal objetivo económico un genuino desarrollo, garantizando que las familias puedan, mediante el trabajo, cubrir sus necesidades; desarrollando estructuras fiscales que permitan redistribuir el ingreso con mayor equidad; apoyando el bienestar de las familias, tanto material como emocional; propiciando una amplia participación de todos los sectores en las medidas de carácter económico.

Es tiempo de repensar el modelo económico para que sirva al bien común, en palabras del Papa Francisco: “Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y a la inequidad. […] No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre, eso es inequidad. […] Se considera al ser humano como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”, (Evangelii Gaudium, 53). Con estas palabras, Papa Francisco nos exhorta a una vuelta de la economía, a una ética en favor del ser humano. 

(Puede enviar sus comentarios al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com)

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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