Parece fácil borrar el ayer con una pincelada de falsos dioses y prioridades sacadas de la manga. No hay un análisis cabal que ponga en justo equilibrio lo aprendido a través de las generaciones y lo que es propio de estos días. Echar sombras sobre la vasta experiencia humana, con sus sombras y luces, equivale a cortar el cordón umbilical que une el hoy y el ayer de expresiones únicas, de esfuerzos de superación.
Se perfila por doquier un delirio por el presente rebosante de tecnología, hinchado de cercanías que parecían abismales. Ese logro, producto de la mente humana, es tomado como referencia única, como patrimonio absoluto. Esa pizarra modernista amplía su radio de acción por campos y pueblos y fertiliza una mentalidad “one way”, de única perspectiva.
La sociedad no puede aislarse en comportamientos opuestos porque se expone al derrumbe entre niños y ancianos, entre mujeres y hombres. Ya la cercanía abuelos-nietos ha sido pospuesta hasta nuevo aviso. La ternura tiene otros beneficiarios que no regañan, ni exigen. Así el entronque familiar ha sido disminuido a una llamadita por teléfono, a un corto saludo.
Los nuevos estilos sociales reducen los afectos a sobrias palabras, a olvidarse de todo lo que se aprendió para depender de la electricidad o del celular. En los campos ciertas formas de salir de los apuros o emergencias son desconocidos o rechazados por ser superficiales, un fogón, plantas medicinales, son vistos inservibles para esta época. Así cuando llega el huracán, o la tragedia, se hace uso del cruce de brazos o de pedir ayuda al alcalde para que atienda lo más mínimos detalles de la situación.
La mente bien equilibrada y dar a cosa su lugar deshacen la desorientación que se siente en el País en cada esquina. Al perder la perspectiva de las cosas se sitúa la persona en la parálisis mental y física. Educar para contrarrestar el mal t y derivados es ampliar el horizonte, crecer en las opciones básicas.
El modernismo, mal entendido, paraliza al ser humano y le convierte en marioneta que responde a una sola cosa, y a un solo asunto. Esa mente aniquiladora se pierde en medio de las vicisitudes de la vida y representa un mal para toda la sociedad. Asimilar todo lo bueno y justo, resulta en encender una luz, en abrir paso a la aventura humana con sus atuendos de éxito y fracasos, de alegría y tristeza.
P. Efraín Zabala
Para El Visitante