Después de los fenómenos meteorológicos muchas madres quedaron al borde de la soledad. Los hijos no dudaron en ir hacia los Estados Unidos para buscar un mejor futuro. Ellos se aferraron a su vecindario y optaron por dar cabida a perros y gatos. Esos acompañantes tienen sus sutilezas, su coqueteo, cierta forma de agradecer. Responden a los gestos, los cariños, a la cercanía.
Antes se acostumbraba a ver deambulantes seguidos por perros, un grupito de fervientes acompañantes que no dudaban en salir en defensa de sus dueños. Esa complicidad de amor y subalternos ampliaba la cordial mirada, el coloquio cuasi intuitivo del hombre y el animal. En la ruta de la vida se dan los encuentros más extraños y se logran las alianzas más contundentes.
Al faltar los hijos y la vida transformarse en encerrona, se busca colmar la soledad con los que no tienen reparos en aceptar un gesto noble. Tres gatitos y su madre habían hecho causa común con los dueños y compartían la cama. La señora, cargada de pesares y angustias, disfruta ese alquiler que es pagado con la mejor disciplina y generosidad. Los felinos se sienten protegidos, celebran la cercanía con los humanos.
La lejanía emotiva y de circunstancia crea orfandad, incapacidad para servir y amar. Sobre el equilibrio de soy persona se aglomeran los déficits de soledad y miedo. Hemos sido creados para un todo de luz y esperanza. La resurrección de Cristo nos convoca a la pluralidad, a un todo de amor y de transparencia.
Cada cual en lo suyo parece ser un eslogan de nuestro tiempo. Poco a poco se ha redactado una consigna; allá ellos. La indiferencia es implacable y arrasa con los buenos propósitos. Se justifica tal actitud de muchas formas y maneras al medir los pasos y la mirada. El que ama se proyecta cercano, aunque se cobije con las normas exigidas, aunque salude de lejos.
Es la época del regateo del tiempo y el espacio. Se arrincona el prójimo sobre la pared de mañana veremos. Los ancianos y los niños corren la misma suerte. Tienen que echar mano de la esperanza y casi implorar por un favor. Se rompen los vínculos y se exalta el gesto casi irreverente versus el preocupado y leal.
El Señor Resucitado cerquita y transparente, colma la casa vacía, equilibra los excesos que rondan por todas partes. La salud llega a raudales cuando el amarás cubre cada detalle de esta realidad en constante efervescencia. Detrás de cada detalle de fe, está el Señor protagonista principal de todo lo bueno y bello.
Hay que poner coto a toda sombra de indiferencia porque somos guardianes los unos de los otros. Llegar a los demás a través de la buena voluntad y del servicio es ampliar la mirada sobre un mundo en necesidad. Que la solicitud por el pobre, el enfermo y el desvalido abra el telón de una gran aventura humana y cristiana.
P. Efraín Zabala
Editor