Tanto que se usa esa palabra. Y preguntamos como el bolero: “¿Qué es el amor, oh qué será…? El Papa Benedicto XVI lo definió maravillosamente en su primera encíclica: Deus Charitas est. Las definiciones sobran, y siempre son incompletas. Será porque la verdadera definición de Dios es AMOR, y como Dios es insondable… también su definición.
En el amor conyugal, que es el supremo amor humano, encontramos tres elementos que nos parecen esenciales para poder lograrlo. Pasión, intimidad psicológica y compromiso. Por ahí va nuestra reflexión.
Pasión es la parte más material. Significa emoción, deseo, atracción física, movimiento sexual. Tiene algo de locura, como la definió preciosamente Lope de Vega en su soneto: “Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso…”. Es lo que enmarcaríamos en la palabra “Concupiscencia”. En un matrimonio esta es parte esencial, aunque sea la que con el tiempo va sufriendo más deterioro.
La intimidad psicológica es algo más profundo y es triste constatar que algunas parejas nunca llegan a tenerla o la disfrutan a medias. Se trata de una relación con el SER más profundo de esa otra persona, con su YO síquico y espiritual, con sus sentimientos y valores. No son ya dos cuerpos que forman uno nuevo, sino dos almas que elaboran una nueva personalidad. Aquí es donde la comunicación de sentimientos, la verdadera comunicación, es algo normal y casi continuo. Es una unión con el alma de esa persona, y esa persona me entrega lo más profundo de su ser, lo íntimo, que no son ya sus órganos genitales, sino su corazón.
Cuando una pareja no consigue esta unión; cuando ninguno comparte su ser íntimo, sus preocupaciones, sueños, desvelos, metas, expectativas, valores, penas.. ¿qué ocurrirá? Como la naturaleza aborrece el vacío, se buscarán substitutos. Y aquí vienen las tragedias matrimoniales, en los substitutos. Algunos podrían ser indiferentes en sí, no pecaminosos, otros son horriblemente pecado, como el adulterio, el engaño, el desprecio de la persona amada, el rechazo. Son substitutos que en realidad tampoco llenan lo profundo buscado. Será el mucho trabajo, los amigos substancias viciosas…. Se daría entonces, el fenómeno de que tal vez conoces las pulgadas de la piel de tu cónyuge, después de tantas relaciones sexuales, pero nunca has llegado a su corazón. Te perdiste el regalo más bonito de Dios a los casados.
La intimidad sicológica es lo más importante en el matrimonio. Conocer y compartir las penas, desilusiones, corajes de esa persona. Porque si esa carga afectiva no se exterioriza y comparte, se convierte en veneno en lo profundo del corazón. Sin esta intimidad no llegarás al logro mayor de una pareja: ser ante todo amigos. Pues esa amistad resume todo esto que vengo diciendo. La amistad prescinde del sexo, pero con el amigo lloras, confías, peleas y te reconcilias.
Por último, el compromiso. Es estar consciente de que yo he dado mi palabra a esa persona. El compromiso de ser solo para ella. Hay una alianza, que no es un mero contrato civil, sino un contrato de amor. Como la alianza que Dios firma con su pueblo a través de Moisés. Este sentido de compromiso me exigiría acuerdos continuos con el ser amado. Me exigirá lealtad y la entrega continua a conseguir la intimidad analizada antes. Entonces podríamos hablar de verdadero amor conyugal.
P. Jorge Ambert, SJ
Para el Visitante