“El matrimonio es para toda la vida, hasta que el Señor disponga”. Así lo expresan Virginia Guzmán y Ramiro Rodríguez, de 94 y 96 años de edad, quienes han vivido en las buenas y en las malas desde 1943. Camino a sus 75 años de casados, explicaron que la relación de pareja y la familia hay que trabajarlas con Dios en el centro, con comunicación y con una base firme.

La historia de ambos se remonta a la década del 30. Ambos migraron en su adolescencia con sus respectivas familias del campo a la ciudad buscando un mejor porvenir. Se conocieron en Santurce.

Sobre ese inicio en el noviazgo, Virginia comentó: “Fue difícil en un principio. Como él es así (acarició con cariño la mano morena de su esposo), mi papá no lo aceptaba. Pasé trabajo para llevarlo a casa. Tenían que aceptarlo. Era él que me tocaba y yo era la que le tocaba”.

“No sé cuántas serenatas…”

Ante la interrogante de cuántas serenatas le llevó a su eterna novia, Ramiro llevó su mano a la barbilla y levantó las cejas para contestar con franqueza: “No sé cuántas, pero fueron muchas”. Es que el esposo proviene de familia de músicos y ejecutaba el cuatro con especial velocidad. Aunque hoy acepta que tiene “manos pesadas”.

Luego de 5 años de noviazgo a la antigua se casaron. Ramiro aceptó que pedir la mano de su esposa no fue tarea fácil, pero todo cayó en tiempo. El sábado, 2 de octubre de 1943, a las 7 de la noche recibieron la bendición de Dios en la parroquia Santa Teresita de Santurce.

Había tanta gente y el baile era tan intenso en la fiesta de bodas en la casa de los padres de Virginia que el piso de la casa cedió. La fiesta se tuvo que trasladar a la casa del padrino donde todos se amanecieron. Al siguiente día se fueron a su nueva casita, un bohío con varas de mangle que levantó Ramiro con sus propias manos en La Playita en Santurce. Tuvieron los hijos prácticamente corridos, el primero nació en el hospital y los demás en el hogar con comadrona.

 

La familia, una bendición que multiplica

Tremendo familión es el término que describe la descendencia exponencial de este matrimonio de más de siete décadas. Tuvieron 8 hijos, 16 nietos, casi una treintena de bisnietos y al momento 5 tataranietos.

Ramiro apenas cursó los primeros grados y dedicó su vida entera a la construcción. Luego de casarse, motivado por su esposa, culminó grados posteriores y estudió carpintería, lo que le ganó el puesto de maestro de obras por su experiencia. Así laboró y lideró construcciones de residenciales públicos, hospitales, complejos de apartamentos, oficinas e industrias por todo P.R. e Islas Vírgenes. En su oficio perdió el ojo izquierdo en un accidente. Trabajó “hasta los otros días”. Sobre el oficio de construcción, con la sabiduría de la experiencia, detalló: “La zapata es lo más importante”.

Mientras criaba a sus 8 hijos, Virginia trabajó la costura en su casa, sus hijos mayores fueron quincalleros y hacía almuerzos para la venta. Más tarde, laboró en hoteles en el área de limpieza. “Nos cuidábamos los unos a los otros. Los hijos mayores ayudaban a cuidar a los menores; y los pequeños tenían que colaborar”, recordó Virginia.

Con el fruto del trabajo en la escasez que vivieron, remodelaron su casita poco a poco, la vendieron y se mudaron a Vistamar, Carolina, donde han pasado las últimas cinco décadas. Enfatizaron que el matrimonio se trata de mucha comunicación y de escucha. Ambos recordaron cómo trataban los problemas de pareja en pareja, sin que los hijos intervinieran o se dieran cuenta. “Nunca peleamos delante de nadie, ni de los hijos”, expresaron.

 

Fe: centro del matrimonio y la familia

Virginia por décadas fue ministro extraordinario de la Comunión; Ramiro el cuatrista del coro. Ambos laboraban con fiel compromiso en el coro, en las lecturas o en el quiosco parroquial. Esto en la parroquia Santo Cristo de la Agonía en Carolina. Incluso celebraban rosarios de Cruz en su casa. “No es lo mismo tocar por la calle, que tocar el cuatro para Dios. Hay mucha diferencia”, sostuvo el cuatrista retirado.

Para ellos su fe fue esencial para el camino recorrido y el que les falta por recorrer. Su familia fue formada en la fe católica y en la vida sacramental. Aún rezan un Rosario al mes en su casa con amigos de la comunidad y aún lloran a uno de sus hijos que falleció.

Hoy no pueden asistir como antes a la iglesia y una ministro extraordinario de la Comunión los visita cada semana. “Soy feliz cuando me traen la Comunión, siento que me llega al alma y que sano de todo”, dijo Virginia.

 

Consejos para un matrimonio duradero

A unos cuantos meses de cumplir 75 años de casados, la pareja habló con sinceridad sobre unos simples, pero vitales consejos a cualquier pareja que desee tener un matrimonio para toda la vida. (1) Esperar un poco porque todo tiene su tiempo y conocerse bien. Como dicen “el noviazgo no puede ser de uno o dos meses, el matrimonio no es así”. (2) La comunicación y el diálogo es esencial y debe ser constante. (3) Mantenerse unidos en todo momento. (4) Y que Dios sea el centro del matrimonio y del hogar.

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