“Que Dios pueda contar contigo; sé obrero irreprensible,
experto en el manejo de la verdad…” (2 Timoteo 2,15)
Hermanos y hermanas del pueblo de Dios que peregrina en nuestra tierra borinqueña:
1. Al culminar la fase de votación y estando en curso el proceso del escrutinio general, compartimos esta reflexión pastoral tras el evento de las elecciones generales de Puerto Rico. Justo, nos encontramos en el Adviento que nos señala y prepara para la celebración de la Navidad. Por tanto, estamos en un tiempo que invita a la alegría y a la esperanza, elementos de urgencia para nuestra convivencia social y cristiana. Luego de un año marcado por terremotos y esta pandemia, exhortamos a todos a la preparación para la Navidad y poder celebrar el nacimiento de Jesús, el Emmanuel, Dios con nosotros, con alegría, paz y esperanza en nuestros corazones.
2. En primer lugar, agradecemos a Dios y al espíritu de civismo de nuestro pueblo puertorriqueño porque, aun cuando se experimentaron cambios dramáticos en algunos resultados de la elección, no sufrimos ningún incidente violento ni de trastoque social durante las elecciones. En esa gratitud hay que incluir a quienes se han presentado a los cargos electivos y a quienes los han asumido con espíritu de servicio renovado. A ellos y ellas, la Iglesia, como siempre lo ha hecho, se compromete a acompañarles en oración y en ofrecerles -como hoy- palabras de ánimo y también de llamada de atención en miras del bien común. Igualmente agradecemos a quienes realizaron -y en algunos aspectos aún siguen realizando- un voluntariado extraordinario a favor de la democracia, tanto en los centros de votación como en los recuentos y escrutinios posteriores.
3. Reafirmamos, sin embargo, que persisten problemas y que la falta de consensos procesales que la nueva ley electoral permitió, han producido disloques en los organismos que regulan las elecciones. Es algo a lo que apuntábamos en nuestras declaraciones posteriores a las primarias del verano y que deben corregirse prontamente, para devolver credibilidad a estas instituciones que han gozado tradicionalmente de un alto respeto en nuestra sociedad. La meta debe ser mejorar cada vez más, aprendiendo de lo ocurrido y corrigiendo prontamente y radicalmente los errores.
4. Mirando más a lo sustancial que a lo procesal, todos coincidimos en que nuestro pueblo ha expresado una voluntad de cambio en estilos y en propuestas. Se perfila un creciente rechazo a la hegemonía de un partido, irrumpen en el escenario público fuerzas políticas nuevas, se siente un gran disgusto por los actos de corrupción de algunos y se hace evidente que no podrá haber gobierno efectivo sin practicar un proceso de diálogo sincero, permanente y amplio. Todo eso apunta a retos y cambios importantes, que aparentan marcar lo que será la fisonomía de las nuevas generaciones electorales de aquí en adelante.
5. Ha ocurrido, pues, un resultado que no trata solo de cantidad de votos sino de calidad de propuestas y estilos. Los que continúen empeñados en solo mirar los números y no en entender las nuevas tendencias, le estarán dando la espalda al pueblo una vez más. Hay que pasar del reclamo de victorias partidistas a la mirada del mayor bien y de la transformación socio histórica que se debe ejercer en favor de un pueblo que continúa empobreciéndose, que padece una pandemia recrudecida y que amenaza con niveles insostenibles de emigración.
6. Desde nuestra perspectiva cristiana, reafirmamos el llamado realizado en nuestro mensaje previo a las elecciones, en que reclamamos soluciones radicales a las actuales prácticas que generan desigualdad económica y social en nuestro país, el repudio al coloniaje, a la lacra de la corrupción, a un gobierno basado en dependencia, a las prácticas de los “amiguismos” y beneficios, a una grave deficiencia en los niveles de supervisión dentro de las agencias; todo lo cual deja, en última instancia, más empobrecidos aún a nuestros ciudadanos, especialmente los más débiles, los jubilados y desempleados. También, reiteramos la defensa de la vida humana en todas sus etapas, como también de la familia y el derecho de los padres a educar a sus hijos según su fe cristiana.
7. El apóstol Pablo, en su exhortación a su discípulo Timoteo, le urge a ser tan confiable en su tarea, que Dios mismo “pueda contar contigo”, a ser un trabajador “irreprensible”, y a hacerse “experto en la verdad” (cfr. 2ª Tim. 2,15). Confiabilidad total, servicio sin tacha, pasión por la verdad y la transparencia… he ahí virtudes que muy bien pueden guiarnos por los caminos de integridad que reclamó este pueblo en las elecciones que acaban de ocurrir.
8. Esas mismas virtudes, de consenso y de armonía social, las pedimos a Dios para todos los que han sido elegidos. Éstos, que conducirán los destinos de nuestro pueblo por los próximos cuatro años una vez concluya este tipo de proceso, es sabio que hagan una introspección para aprender las lecciones que nos ayuden a mejorar nuestro consenso y unidad cada vez más como personas y como nación puertorriqueña. De nuevo se pone en juego la calidad sobre la cantidad, porque Puerto Rico saldrá de sus crisis ante todo por la práctica de la virtud, más que por la cantidad de fondos que pueda manejar.
9. Exhortamos a los líderes a asumir esa meta, y a nuestro pueblo a no dejar de recordársela a sí mismo, a cada uno de nosotros como ciudadanos y ciudadanas, y a ese nuevo liderato en quien ha depositado su confianza. La nueva realidad socio económica y política, más los efectos devastadores de esta pandemia, no pueden dejarnos indiferentes. Que el nacimiento del Niño Dios en la Navidad nos llenen de luz y de sabiduría para enfrentar los grandes retos y desafíos que nos depara la historia, personal y colectivamente. ¡Bendiciones y felicidades en la Navidad y en el Año Nuevo!
Dado en la Sede de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña de San Juan, Puerto Rico, el 3 de diciembre de 2020.
En Cristo, Mesías y Salvador,
S.E.R. Mons. Rubén A. González Medina, CMF
Obispo de la Diócesis de Ponce y Presidente de la CEP
S.E.R. Mons. Roberto O. González Nieves, OFM
Arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de San Juan
S.E.R. Mons. Eusebio Ramos Morales
Obispo de la Diócesis de Caguas y Vicepresidente de la CEP
S.E.R. Mons. Alberto Figueroa Morales
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de San Juan
Secretario y Tesorero de la CEP
S.E.R. Mons. Daniel Fernández Torres
Obispo de la Diócesis de Arecibo
S.E.R. Mons. Ángel Luis Ríos Matos
Obispo de la Diócesis de Mayagüez
S.E.R. Mons. Luis F. Miranda Rivera, O. Carm.
Obispo de la Diócesis de Fajardo-Humacao