Crees que necesitas varios universos para librarte de la claustrofobia. Detestas vivir en los estrechos y monótonos límites de una pecera.  Pero en última instancia, el espacio que ocupas en un determinado momento será siempre reducido.  Algunos metros cúbicos, aunque se repitan hasta la saciedad en diversas latitudes y longitudes.

Y, al final de la carrera, te basta y sobra un recinto angosto donde depositar tus huesos.  Claro, precisas del horizonte abierto como posibilidad de desplazamiento y proyección de la mente y los sentidos.  Como diría una persona acostumbrada a moverse y a compartir: No quiero permanecer en cueva remota y solitaria, en medio del desierto; me consuela el saber que existen puntos de socialización, cultura y esparcimiento a pocos pasos, aunque no los visite frecuentemente.

 

Aníbal Colón Rosado

Para El Visitante

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