En Mateo 23 (1, 12) Jesús hace una amonestación a sus discípulos exhortándoles a que, con respecto a los letrados de su época (escribas y fariseos), hagan y cumplan lo que dicen, pero que no obren como ellos lo hacen. De esta forma condena la práctica conveniente, pero incoherente, de aquellos que sabiendo lo que deben hacer, no viven al nivel de lo que predican. Precisamente, la Doctrina Social de la Iglesia Católica es un llamado a esa coherencia de vida entre los valores cristianos y la conducta en el día a día de nuestras relaciones sociales.

Nos dice Santiago en su epístola (2, 14-17): “¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? […] La fe si no tiene obras, es muerta en sí misma”. Ser coherentes con lo que predicamos es lo que evidencia una verdadera conversión. Ser católico no es limitarse a cumplir con los diez mandamientos, sino esforzarse cada día por ser íntegro. Por eso Jesús, en su encuentro con el joven rico (Mc 10, 17-30), que le pregunta qué debe hacer para ganar la vida eterna, le exhorta no solo a cumplir con los mandatos de la Ley, sino a ir más allá: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Luego ven y sígueme”.

¿Quién es una persona con integridad? La integridad es un valor y una cualidad que se manifiesta en la persona que se respeta a sí mismo, respeta a los demás y que tiene firmeza en sus acciones. La persona con integridad es alguien en quien se puede confiar, en la que no hay dobleces, ni intenciones ocultas. La persona con integridad, anda en la verdad, no en la hipocresía, ni en el querer aparentar. A fin de cuentas, para qué queremos aparentar si, como leemos en Hebreos (4, 13): “No hay cosa creada oculta a su Vista (la de Dios), sino que todas las cosas están descubiertas y desnudas ante los ojos de Aquél a quien tenemos que dar cuenta”. La persona íntegra conoce la verdad y vive de acuerdo con esta.

La Doctrina Social de la Iglesia establece que: “La transformación interior de la persona humana, en su progresiva conformación con Cristo, es el presupuesto esencial de una renovación real con las demás personas” (CDSI 42). Esa renovación con las personas requieren una firme defensa de la justicia y la promoción de la paz (CDSI 56-58). “Para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias diversas en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la injusticia en el testimonio a Cristo Salvador”(Centesimus Annus, 54).

La integridad de la persona que ha conocido a Cristo y quiere seguirle consiste en descubrir cada día cómo puede ser un mejor testigo ante los hombres, mediante su ejemplo y su acción. Le lleva a respetar y defender a todas las personas, a identificarse con las necesidades de los pobres y marginados, a participar activamente para lograr la defensa de los que no pueden defenderse; a tener una sola bandera política: el bien común. Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia: dignidad de la persona, bien común, subsidiaridad, solidaridad, participación y destino universal de los bienes, nos clarifican cómo podemos orientarnos hacia la vivencia de nuestra fe dentro del terreno de la sociedad. El objetivo es hacer penetrar la luz y el fermento evangélico en todos los campos de la vida social, siguiendo el mandato del Señor (CDSI 159). Mediante su aplicación conseguiremos la integridad y coherencia a que nos llama Jesús y comenzaremos a ser verdaderos discípulos de Cristo.

Ser personas íntegras y coherentes es una obligación moral para todo cristiano. Tal vez no sea cosa fácil, pero para nosotros, que aspiramos a lo eterno, es el Camino.

(Nélida Hernández)

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