Actualmente, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, una cultura de bienestar, pues el famoso ayuno intermitente se ha convertido en una alternativa para los que quieren bajar un poco de peso. Sin embargo, el ayuno al que se refiere la Iglesia que se hace durante este tiempo de Cuaresma sirve para que los creyentes puedan acercarse y conformarse con la voluntad de Dios. Ayunar durante este tiempo de penitencia, le ayudará a mortificar el egoísmo y abrir el corazón al amor de Dios y al prójimo.
Según el Código de Derecho Canónico en su numeral,1249 establece que todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común, se han fijado días penitenciales. La Iglesia pide que tanto el miércoles de Ceniza como el Viernes Santo sean días de ayuno. El resto de los viernes de Cuaresma serán días de abstinencia de carne. Relacionado a la abstinencia, están obligados a cumplirlas desde los 14 años. Mientras, el ayuno se ordena para los mayores de edad, hasta los 59 años. El Catecismo de la Iglesia Católica excluye de estas prácticas a las personas que por condiciones médicas no pueden hacerlo. Para ellos, se recomienda ayunar no de comida, pero si de otros gustos o placeres. Por ejemplo, si es de los que se da el trago, o fuma, una buena forma de penitencia es no hacerlo. Puede depositar en una alcancía lo que hubiese gastado para ayudar a los pobres. Si está encamado puede aprovechar para intensificar la oración. También puede ayunar de ver la novela, su programa favorito o de visitar algún lugar, como el centro comercial si es algo que hace cotidianamente.
Los más pequeños no tienen que sentirse excluidos pues hay alternativas Pueden privarse de comer dulces, dejar de jugar juegos de video y usar ese tiempo para hacer una obra de caridad, como visitar a un enfermo. Hay opciones para todos, escoja la que más se ajuste a su realidad y ofrezca su penitencia para que pueda vivir intensamente la alegría de la Pascua de Resurrección. ■
Camille Rodríguez Báez
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