Nuestro pueblo puertorriqueño vive momentos de indignación y zozobra ante el descalabro del sistema de energía eléctrica. El colapso de lo que un día fue joya de la corona es resultado de décadas de injerencia partidista en la corporación. Una injerencia nefasta que debe provocar el reclamo de responsabilidades de quienes han sido protagonistas de esa práctica que equivale a crimen de lesa majestad contra el pueblo. Se utilizó la misma como mero refugio de aspirantes a un enriquecimiento voraz por el solo hecho de ser amigos del alma de los que ejercen el poder. La mayor de las veces sin tener experiencia ni capacidad. Fue poner al cabro a velar lechugas o la iguana a comer de los abundantes frutos.
Abonó a ese colapso el que las colectividades quisieron congraciarse con el movimiento obrero, que fue una fuerza poderosa e influyente en sus mejores tiempos en la corporación, para adelantar sus intereses mezquinos. Hoy el pueblo sufre las consecuencias de la irresponsabilidad, el mal manejo y la crasa ineficiencia de quienes debieron ser ante todo servidores públicos y no beneficiarios ni aprovechados de los bienes del país. Otra de las múltiples causas de su estrepitosa ineficacia ha sido el que no pocos tuvieron como único incentivo acumular para sus pensiones Cadillac, sin cumplir mínimamente con su función profesional.
Su caída fue como el título de la conocida novela, Crónica de una muerte anunciada. Lo indignante es que no se tomaron las medidas apremiantes de detener la sangría de fondos que debieron invertirse en el mantenimiento y la puesta al día de la infraestructura energética ni que se proyectase el cambio a fuentes renovables y medioambientales beneficiosas. Nuevamente sucumbimos ante intereses geopolíticos, tanto isleños como de la metrópolis dominadora. Los congresistas que vienen cada año electoral a buscar donantes tienen compromisos con sus inversores para beneficiarse a costa del bienestar del pueblo. Es bochornoso el espectáculo de quienes, como focas sin cerebro, doblan sus rodillas ante quienes solo les interesamos cuando somos donantes.
Es aún más indignante la tendencia a subir el costo del servicio. Es el pueblo, necesitado de este servicio esencial, el que termina llevando la carga de la ineptitud, corrupción y despilfarro de quienes faltaron gravemente en el desempeño de su oficio. Tristemente los pésimos administradores del sistema han sido los beneficiados de su derrumbamiento. Cambiamos figuras no precisamente para mejorar.
La experiencia dolorosa que vivimos como consecuencia del Huracán María generó un rechazo visceral a la Autoridad de Energía Eléctrica. Más no parece haber sido acertado el proceso de privatización que hoy padecemos. El trato injusto dado a los antiguos servidores y su traslado a otras dependencias, que hemos conocido por los medios noticiosos es tenebroso, es sospechoso de viejas malas mañas en el funcionamiento de las agencias públicas. El pago millonario a una compañía extraña a nuestro ámbito socio económico levanta interrogantes. La ausencia de transparencia en el proceso y en el funcionamiento de la misma deja mucho que cuestionar. Ojala la realidad termine siendo como el título de la novela de René Marqués… La Víspera ha sido hoy, el día será mañana.
Padre Edgargo Acosta Ocasio
Para El Visitante