Celebramos la Fiesta de la Basílica de Letrán; “esta fue la primera Basílica que hubo en la religión católica, Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre, Letrán. El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestro convirtió en templo y consagró el 9 de noviembre del año 324”. Esta basílica es la Catedral del Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica.
La Palabra nos lleva por el camino de lo que implica el templo como un espacio celebrativo pero sobre todo el que descubramos aquel que radica dentro de cada quien.
La Primera Lectura nos describe una visión del profeta Ezequiel, ya en el destierro, y que tiene como protagonista al templo como suplidor de aguas potables que saneará todo lo que toca. Ofrecerá la posibilidad al “mar de las aguas salobres”, el mar muerto (llamado así por su gran contenido de salinidad que no permite la vida de casi ningún organismo vivo) de tener vida. La tierra favorecida por esta agua dará “toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva”. La vida es ofrecida desde el templo, que es la presencia del Dios vivo; es desde la fuente de agua que se le ofrecerá al pueblo todo lo que sea necesario para que este viva; pues la opción de Dios será siempre la vida.
El Salmo 45 nos muestra al salmista cantando la seguridad que le da la protección de Dios, que en cualquier momento está cerca de su pueblo, particularmente en las tribulaciones. La experiencia de la ayuda divina es una garantía de que en todo momento los ha de salvar. No hay miedo en el corazón del pueblo “aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar”. El Señor es la defensa de su pueblo; es su alcázar (recinto fortificado, como un castillo) que le proveerá seguridad en todo momento. El Señor será la fuerza que proveerá paz y fortaleza a todo el pueblo.
En la Segunda Lectura San Pablo nos va a presentar lo que debe ser para el cristiano su identidad como hijos e hijas de Dios: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”. Nos hace el apóstol un claro llamado a mirarnos como depositarios del amor de Dios, portadores del Espíritu que nos convierte en una edificación de Dios, somos esa “gran basílica” con la cual inicié este escrito. En nosotros habita la presencia de Dios Vivo y por tanto tenemos la responsabilidad de ser santos porque es Santo aquel que hace morada en medio de nosotros cuando le aceptamos en nuestra vida. Por ello hemos de tomar conciencia que ese primer templo al que hay que hacer referencia siempre y que somos nosotros.
En el Evangelio escuchamos un relato único en los escritos de los evangelios. Jesús entra al Templo, lugar de encuentro de los judíos con el Señor, y este contempla un entorno diferente a lo que debe ser: un centro de cambio; (“no se admitían los denarios romanos o las dracmas áticas a causa de las efigies paganas que ostentaban. Los cambistas cambiaban esas monedas por acuñaciones legales de Tiro”). Con gran carácter, Jesús asume la responsabilidad de iniciar lo que será el nuevo templo, el antiguo ya ha sido desvirtuado por todos los que allí se reunían y se comportaban como en un mercado. Ese nuevo templo será su propia persona; esto a partir de su muerte y resurrección. Sus palabras son el anuncio profético, que va a transformar la manera de adorar a Dios, “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23).
EZEQUIEL 47, 1-2. 8-9. 12
Una visión del profeta que nos muestra como brotan fuentes de agua del templo. Un agua que es sanadora, que va ofreciendo a todo lo que le toca una posibilidad nueva. Al mar muerto, donde por su alta salinidad no pueden vivir peces, le brotarán peces abundantes. Hará que la tierra sea fértil y ofrecerá posibilidades de vegetación y por tanto de vida para todos.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 45)
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
El salmista canta la seguridad que le da la protección de Dios, que en cualquier momento es asequible, de una manera particular en las tribulaciones. La experiencia de que Dios siempre está, ofrecerá al pueblo una tranquilidad. Por ello afirma que, aunque ocurra un cataclismo y tiemble la tierra y se conmuevan los montes en el seno del mar -terremotos y maremotos-, el Dios de los ejércitos estará siempre con su pueblo.
I CORINTIOS 3, 9c 11.16-17
San Pablo nos ofrece el pensamiento que, de una manera especial, dirigirá nuestra reflexión en este domingo: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”. Invita a la comunidad que peregrina en Corinto a tomar conciencia de que, al habitar Dios en nosotros, nos convertimos en “edificio de Dios”, y por ello portamos la presencia de Dios vivo y somos por tanto templos vivos llamados a la santidad.
JUAN 2, 13-22
Jesús realiza una acción sin precedente: saca a los que habían convertido el templo en un mercado, y anuncia un nuevo templo: y por tanto una nueva manera de adorar al Dios de la Vida. Ese templo será destruido porque un nuevo templo será edificado, y el evangelista nos recuerda que se refería al templo de su cuerpo.
(Padre José A. Acabá Torres)