El próximo 18 de agosto de 2016 se efectuará el Día de Recordación de Roberto Clemente Walker y mientras los medios de comunicación difunden actualmente la campaña para retirar el número 21 que utilizó este pelotero boricua en las Grandes Ligas, llegan a nuestra redacción noticias acerca del libro más reciente sobre el astro boricua: Roberto Clemente es… Momen. Ante tal acontecimiento editorial El Visitante comparte el testimonio de dos personas muy ligadas, de una u otra forma, a la vida de Roberto Clemente: la escritora de este libro, la Dra. Daliana Muratti y la sobrina de esta leyenda del béisbol mundial, Jannette Clemente Santana.

Daliana Muratti: Este libro es sobre la niñez, adolescencia y juventud de Roberto Clemente. Nació porque yo estaba escribiendo otro libro de cartas biográficas y ahí había una de Roberto Clemente dirigida al Sr. Matino Clemente que es el único hermano que está vivo y quien es el padre de Jannette. Cuando él vio el contenido y lo vio el periodista Luis Rodríguez Mayoral ellos me recomendaron que eso lo tenía que convertir en un libro. Al principio no estaba muy clara con la idea porque primero me iba a retrasar mi libro y segundo que convertir una carta en un libro no son veinte pesos: hay que ponerle un prólogo, capítulos, buscar fotos… se iba a ampliar. Entonces mediante un análisis encontré que el tema de la niñez y adolescencia era uno que nadie había cubierto. Iba a requerir un poco más de trabajo en términos de entrevistas; a la familia, a sus amigos; si había maestros vivos…

Jannette Clemente: Junto con lo que mi papá me había dicho y la investigación de la Dra. Muratti, prácticamente yo me he empapado en su totalidad de quién era mi tío porque cuando surgió el accidente yo tenía solamente 14 años y sí sabía que tenía un tío amoroso y cariñoso pero yo estaba en plena adolescencia. Lo recuerdo en la casa de El Comandante y recuerdo esa casa como una de compartir, de gente humilde, de mucha gente del barrio y de todo Puerto Rico que llegaban allí. Siempre pongo el mismo ejemplo: una mesa grande, jueyes hervidos, la gente con una botella ‘esparrachandolos’ y riéndose de chistes.

Eso es lo que recuerdo.

Daliana Muratti: El libro está dedicado al barrio San Antón porque en su biografía nunca se habla del barrio; Clemente que era un apasionado de su barrio. Él nunca abandonó su barrio ni a sus amistades y maestros. Por eso siento que la historia no ha sido justa con él, en el sentido de darle el lugar que le corresponde a San Antón. Yo quiero concientizar a la gente de la importancia que tuvo ese barrio en su niñez y adolescencia. Este libro cubre hasta que Roberto Clemente firma con Santurce a los 18 años. Y el hermano, don Matino, fue una fuente primaria porque vivió con él y sabe cómo era Roberto de niño, cómo era cuando fue adolescente y todo… Él me iba dirigiendo a otras personas que me podían dar información sobre Roberto Clemente en esas etapas.

Jannette Clemente: Mi papá era el mayor y tío Roberto era el menor de todos; fue el querendón, el querido, el regalón. Cuando las cosas no iban bien allá en Pittsburg, mi abuelo Melchor le sacaba un pasaje a mi papá y le decía: “Móntate y verifica qué es lo que le pasa a Momen, qué le está ocurriendo”. Y ¿por qué precisamente a él? Porque mi papá, por ser mayor, jugó béisbol antes que mi tío Roberto; se destacó mucho en primera base. Y por ahí la gente pregunta: ‘¿Tú eres la hija de Matino? Dicen que Matino jugaba tan bien o mejor que Momen’. Pero mi papá tuvo que ir al ejército, fue a Corea y no pudo llegar a Grandes Ligas… Pero sí se preocupó siempre de que mi tío Roberto hiciera las cosas correctamente para que de esa manera pudiera obtener los resultados que con el tiempo obtuvo. Él siempre dice que hoy día a los peloteros los preparan en ligas menores, pero que mi tío salió de jugar profesional aquí en Puerto Rico y lo pusieron ¡pun!, allí. ¿Y qué pasa con eso? Le faltaba todavía. Mi papá lo menciona de esa manera. Y sí tuvo muchos entrenadores que le ayudaron pero mi papá fue pieza clave porque lo que él recomendaba tío Roberto lo seguía. Ellos siempre estaban en comunicación continua. De todos los hermanos, ellos dos tenían ese ‘feeling’, ese acercamiento siempre. Y de hecho, mi papá es un poco reservado; siempre está en su habitación viendo los juegos de pelota y no es muy comunicativo en lo demás. Pero tú le pones el tema de Clemente, de su hermano, y él puede estar una, dos, tres horas. A él le han hecho varias entrevistas… La última fue para un guión y esas personas llegaron a mi casa como a las 9 de la mañana y eran las 2 de la tarde y mi papá no paraba de hablar.

Daliana Muratti: Don Matino cuenta que los hermanos Clemente eran siete. Lo que pasa es que cuando doña Luisa Walker se casa con don Melchor Clemente lleva dos niños a ese matrimonio: Luis y Rosa que eran de apellido Oquendo, pero Clemente son cinco… Melchor, su padre, era católico y casi no hablaba, mas sí actuaba. Y él se llevaba a Roberto a la Central Victoria donde trabajaba como capataz. Allí su hijo observaba cómo trataba a sus empleados; si se enfermaban allí Melchor estaba; si necesitaban alguna ayuda económica, allí estaba Melchor para ayudarlos. Y ese niño fue empapándose del ejemplo que le daba su padre.

Roberto nace en la década del 30 y en esa época no había iglesia católica en San Antón. La que se estableció finalmente fue una iglesia bautista que pedía a los habitantes del barrio que les prestaran sus casas para dar servicio. Entonces ahí fue cuando doña Luisa profesó esa religión. Desde niño Roberto asistió a la escuela dominical y cuando el pastor necesitaba algo, allí estaba. Todos sus hermanos asistían pero caló más en él porque era el más pequeño. Roberto tuvo una familia que le inculcó muchos valores. Entre esos valores estaba el ayudar a los demás y el ejemplo más grande de eso fue la manera como él murió.

Jannette Clemente: Ese día, 31 de diciembre de 1972, Puerto Rico se paralizó. La gente siempre dice: “El día 31, cuando pasó eso, yo estaba haciendo esto… ¿Dónde tú estabas?”.

Yo estaba con mi familia. La casa donde nosotros vivíamos en ese momento estaba en los terrenos de la familia paterna y todos mis tíos habían hecho casas allí; en un sitio elevado, altísimo, precioso… Cuando estábamos allí ese 31 vimos luces de bengala y entendimos que eran fuegos artificiales. Y no pasó como 15 minutos cuando sonó ese teléfono y llaman a mi papá para decirle: ‘Matino, se cree que el avión en el que iba Momen se cayó’. Cuando dijeron eso mi papá quedó… imagínese; se trataba del muchachito, el querido, el protegido de todos… ¡¿Qué se cayó el avión?! Ahí nos montamos en el carro de la casa. Y me acuerdo que ni mi papá, ni mi mamá podían conducir de lo nerviosos que estaban. Yo tenía 14 años y mi hermana tenía 3 años menos. Condujo un primo que ya falleció. Íbamos a la casa de El Comandante… Ahí estaba la familia y quien no era familia. El barrio de San Antón y la gente que era de Cataño, de Ponce fue llegando y la calle se llenó. Mi abuela que estaba en su cuarto preguntó: “¿Qué está pasando aquí?”. –“Mamá, esto es una parranda”. –“¿Una parranda?” –“Sí”. Pero pasaba el tiempo y nadie decía nada y todo el mundo en silencio. Y en un momento dado mi tío Chito dijo: ‘No, a mamá ya no se le puede decir más’. Abuela tenía varios hijos que habían muerto: Rosa y Luis; ella era de fortaleza más su fe en Dios la mantenía en esos momentos difíciles. Pero cuando mi tío Chito se acercó y le dijo: “Mamá. Se cree que el avión en el que viajaba Momen cayó”. Eso era un quejido, un dolor de angustia, del alma. Yo tenía 14 años y lo recuerdo. Y ahí todo el mundo comenzó a llorar porque hasta ese momento la gente no se atrevía. Mi abuelo y todo el mundo. Una cosa bien tremenda según pasaba las horas… Abuela llorando, nosotras sentadas en la marquesina y había gente que esperaba que apareciera.
Del avión subieron algunas piezas pero el único cuerpo que salió fue el del piloto. Iban cinco personas con mi tío… de esas solamente apareció el piloto. Sé ahora, a través de otros libros que narran el momento de la muerte, cómo ese avión se rentó para poder llevar esa carga. Un avión que llevaba meses en el aeropuerto. Por fuera se veía bien bonito pero por dentro estaba en deterioro total. Él murió sin saber eso.
Daliana Muratti: Yo había oído hablar a mi papá sobre Roberto Clemente pero el Clemente que yo he conocido es tan diferente que lo quiero más ahora porque he podido detectar cómo es posible que ese niño del barrio San Antón, con tan pocos recursos, pudo llegar a lo que llegó; cómo fueron los valores que le inculcaron sus padres; cómo esa escuela, cómo esos valores religiosos influenciaron en esa alma. Y es eso lo que hace grande a Roberto Clemente.

El libro Roberto Clemente es… Momen está disponible en las librerías del país. Para más información puede llamar al 787-226-7507 o escribir al e-mail murattinieves@gmail.com

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