Una vida abrazada a la cruz y que tendrá, sin duda, frutos de resurrección por haber trabajado incansablemente comunicando la Vida verdadera: Jesucristo el Señor.
Así fue la vida y la obra de Mons. Iñaki Mallona Txertudi a quien la Iglesia de Puerto Rico dio el último adiós en una Misa de cuerpo presente ayer jueves, 6 de mayo, a las 2:00 p.m. en la Catedral San Felipe Apóstol de Arecibo.
La celebración estuvo presidida por el Arzobispo Metropolitano, S.E.R. Mons. Roberto O. González y, junto a él, los demás obispos de la Isla, así como los obispos eméritos.
Alrededor de 50 sacerdotes llegados de varias diócesis del País, diáconos, religiosas y feligreses participaron de la Liturgia que estuvo cargada de sencillez y, al mismo tiempo, de solemnidad, gratitud y gozo pascual, hermosamente acompañada del canto de ocho presbíteros del clero diocesano de Arecibo.
Luego del saludo inicial de la Misa, Mons. Rubén González, Obispo de Ponce, colocó sobre el ataúd una casulla, Mons. Daniel Fernández, Obispo de Arecibo, colocó el báculo pastoral y Mons. Eusebio Ramos, Obispo de la Diócesis de Caguas, el Evangeliario.
Durante la liturgia de la Palabra, resonó una de las lecturas favoritas de Mons. Iñaki tomada de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rm 8, 35). Un amor al que estuvo estrechamente vinculado a lo largo de su vida y que le llevó a abrazar la cruz, aspecto que resaltó Mons. Daniel en la homilía. “No nos gloriamos sino en la cruz de Cristo, misterio del amor divino, instrumento de salvación, misterio de amor que Mons. Iñaki predicaba con pasión y convicción”.
Asimismo, dijo que Mons. Iñaki supo realizar la tarea propia de un apóstol que es llevar a todos hacia Dios, sabiéndose simplemente mediador para dirigir la atención de los que escuchan hacia el único Salvador, Cristo Jesús.
“Hoy afirmamos que con su vida testimonió su deseo de permanecer unido al amor de Dios y elevamos nuestra plegaria para que, eternamente, viva unido al amor de Dios en la Jerusalén celestial”, manifestó Mons. Daniel, y añadió más adelante: “Tuvimos, hermanos, entre nosotros, a un buen pastor que con su vida y con su palabra procuró guiarnos por el sendero justo. Tuvimos entre nosotros un pastor que muy pronto se ganó el corazón de muchos con su humildad y sencillez”.
Por otra parte, luego de la comunión, Mons. Rubén realizó algunas expresiones sobre Mons. Iñaki en las que resaltó su fuerza, su celo pastoral, su predicación apasionada, su amor a Jesús crucificado y resucitado y a la vida consagrada. “Sencillo, acogedor, entusiasta y misionero”, le describió. También, agradeció a nombre de la Conferencia Episcopal Puertorriqueña a quienes fueron, por tantos años, compañeros fieles y discretos de Mons Iñaki: P. Dimas Soberal y Rosie, y concluyó diciendo: “Descansa en paz querido amigo, descansa en paz buen pastor, que en el cielo nos veremos”.
Después, los Obispos junto al féretro del cual ya habían removido la casulla, el báculo y el Evangeliario, oraron en silencio y, pronunciada la oración propia del Misal Romano para las exequias de un Obispo, asperjaron, uno a uno, agua bendita sobre el ataúd y Mons. Roberto lo inciensó.
Desde el altar, los Obispos encabezaron la procesión con el féretro seguidos de los sacerdotes mientras se entonó el canto en las letanías a las que el pueblo respondió “ruega por él” y “acógelo en tu reino”. De esta manera llegaron hasta el lugar en que reposan ahora los restos de Mons. Iñaki, junto a los de los anteriores obispos de la diócesis de Arecibo: Mons. Alfredo Méndez y Mons. Miguel Rodríguez.
Antes de sellar la tumba, colocaron un recipiente con tierra de los distintos barrios de Lares, el pueblo que Mons. Iñaki quiso con predilección y en el que sirvió como párroco antes de su nombramiento episcopal.
Terminado el momento de la sepultura aplaudieron como señal de homenaje, admiración, gratitud, y también del gozo cristiano que nace de la certeza de que un alma mora eternamente con su Creador.
Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante
