En la noche del día de la fiesta de San Agustín, el pasado 28 de agosto, el pueblo de Dios se reunió en la Catedral San Juan Bautista en Viejo San Juan para presenciar la inusual ordenación diaconal, donde padre e hijo, José Gabriel Corazón De Jesús, José Gabriel Corazón López y Gerardo Enrique Olivera Hernández dieron el paso hacia el diaconado.
Durante la procesión de camino al altar, la feligresía recibió a los ordenandos con un fuerte aplauso, gesto que se tradujo en lágrimas de emoción en el rostro de Gerardo E. Olivera. La misa fue presidida por Monseñor Roberto O. González Nieves, O.F.M., Arzobispo Metropolitano de San Juan.
Luego de la lectura del Evangelio los ordenandos pasaron al presbiterio para ser presentados por Mons. Iván Huertas, vicario de Seminarios y Vocaciones de la Arquidiócesis donde fueron elegidos para el Orden de los diáconos.
En la homilía Mons. Roberto destacó que “dentro de tantas situaciones que suelen parecer adversas para la Iglesia en estos días, el Señor hoy, con estas ordenaciones, nos envía un signo de alegría, esperanza y futuro”.
“Ustedes queridos ordenandos José Gabriel, padre, José Gabriel, hijo, y Gerardo, han sido elegidos, han sido llamados por Dios. […] La vocación es como la vida humana misma, todo comienza con Dios. […] Más que revestirse con las vestiduras diaconales, lo fundamental es revestirse de Cristo, andar con las vestiduras de Cristo que no son otras que las de su amo: misericordia, ternura, caridad, humildad y espíritu de Servicio”, dijo mientras agradeció a las familias y al clero por el esfuerzo y apoyo ofrecido a los ordenandos, y los encomendó a la Patrona Nacional.
Después del mensaje, los elegidos se pusieron de pie ante Monseñor para hacer sus respectivas promesas. Acto seguido, se postraron en tierra, mientras la asamblea cantó las letanías. Una vez culminadas, se procedió con la imposición y plegaria de ordenación en la que el Arzobispo impuso sus manos sobre la cabeza de cada uno, para luego ser revestidos con la estola, la dalmática y recibir el libro de los Evangelios.
Culminada la comunión, el neo diácono, José G. Corazón López extendió un mensaje de agradecimiento a los presentes en nombre de los tres ordenados, que como parte del rito conclusivo se dirigieron hacia la Capilla de Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia con una ofrenda de flores en acción de gracias.
El Visitante conversó con los ordenados que manifestaron su sentir ante el gran acontecimiento. Para José Gabriel Corazón López fue un acontecimiento de gracia en el que tanto él como su papá, respondieron a la vocación del diaconado transitorio en vías al sacerdocio y al diaconado permanente, respectivamente.
Para “cada uno de nosotros” esto es “una gracia del Señor. Nosotros no somos quienes nos escogemos, sino es una llamada que el Señor nos hace. Este día está lleno de mucha emoción porque el Señor ha querido que comparta la ordenación y el ministerio diaconal con mi papá”, dijo el joven de 26 años feligrés de la parroquia Nuestra Señora del Carmen en Barrio Obrero, Santurce.
Por su parte, para su progenitor José G. Corazón de Jesús de 60 años, el evento fue un regalo. Explicó que: “Dios nos ha regalado un hijo maravilloso. Siempre hemos estado en las cosas del Señor y a él desde pequeño le ha gustado la vocación al sacerdocio. Así que decidió entrar al seminario. Hoy camino al sacerdocio hace su diaconado y yo siempre he estado acompañándolo. Llegó el momento de decidir si me quedaba como un laico o me iba con él hacia el diaconado y he decidido entrar al diaconado con los llamados que nos hace el Señor cada día”.
Motivo de gozo fue también para Gerardo E. Olivera Hernández responder al llamado del Señor. El joven de 24 años y feligrés de la Parr. Santa Rosa de Lima en Venus Garden, Río Piedras, expresó que: “Es una alegría para mí y también un sentido de mucha responsabilidad el saber que la Iglesia confía en nosotros este ministerio del diaconado y de cierta manera nos apoya para continuar también hacia el sacerdocio. Para mí es un honor y una alegría poder ordenarme junto a mi hermano y amigo, entramos juntos al seminario, y a su papá que he conocido siempre. Son como familia para mí también”.
Nilmarie Goyco Suárez
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