La palabra de Dios de este domingo nos recuerda una vez más el proyecto amoroso de Dios y la actitud de incomprensión y rechazo que este proyecto encuentra en el corazón de las personas. El pecado del Génesis significa dar la espalda al orden establecido por Dios, y lo que era bondad y armonía se convierte en acusación y hostilidad. Encontramos resonancias de aquel pecado en el Evangelio: las palabras de Jesús, sus curaciones y gestos provocan admiración y adhesión de muchos, pero también incomprensiones en sus familiares y las calumnias de los maestros judíos de la ley. Sin embargo, no todo está perdido, hay razón para la esperanza: en el mismo Evangelio, Jesús convoca una nueva fraternidad, unida en el amor a la voluntad del Padre.

Tengamos presente que la apertura a la salvación que el Señor nos ofrece constantemente es algo necesario para nosotros, para recibir la gratuidad del don que el Padre nos quiere dar por medio del Espíritu. Por eso para nosotros, sintonizar con la voluntad de Dios es el bien y la felicidad. Si nos cerramos a ese plan, no podremos llegar a ser felices. Todo esto nos lo ofrece siempre el Señor, porque sabe que con Él viviremos plenamente como persona y como hijas e hijos suyos.

Lo peor que nos puede ocurrir es pensar que no necesitamos la salvación de Dios, distorsionando la misma salvación y rechazando su gracia y su vida. Eso le sucedió a los fariseos, porque ellos pensaban que la salvación la obtenían por sí mismos, por sus buenas obras. Que Dios necesariamente les tenía que dar el Cielo, “por sus méritos”. Y, en consecuencia, rechazaban la gratuidad del don del Señor. Nada más lejano a lo que Dios quiere de nosotros. Pues, Él desea que nos comportemos como hijos e hijas necesitados de su misma vida y que respondamos con nuestra conducta a ese don que él nos regala. Por eso es importante reconocernos necesitados, abiertos y confiados en el Padre.

Acojamos las Palabras de Jesús con el deseo de comprender el proyecto de Dios para nosotros y aprender a vivir la nueva fraternidad cumpliendo la voluntad del Padre. ¡Ánimo!

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