Cercana la Pascua, fiesta judía que recordaba la experiencia del éxodo, Jesús va a Jerusalén y se acerca al templo. Lo que ve allí le disgusta grandemente y siente la necesidad de denunciarlo. Como las palabras no son suficiente, recurre a los gestos, siguiendo la forma de actuar de los antiguos profetas.

¿Por qué este gesto de Jesús impacta tanto?

Para los judíos de la época de Jesús, el templo era el lugar más sagrado. En él se daba culto a Dios y se le ofrecían innumerables sacrificios. Como solo había un templo y la gente venía a veces de muy lejos, en lugar de traer las víctimas para sus sacrificios, las compraban en el templo. Esto provocó que el gesto que parecía una ayuda (venta de animales – cambio de monedas) se convirtió en un negocio religioso donde se explotaba la buena fe de los creyentes. ¿Por qué?

Había todo un sistema que beneficiaba a unos pocos (los ricos), para la compra de los animales tenían que cambiar sus monedas profanas por la divisa oficial del templo, luego se compraban los animales. Con este sistema se explotaba la buena fe de las personas y mucha gente inescrupulosa se aprovechaba de ellos. Esta es la  razón fundamental por la que Jesús actuó en la forma en que lo hizo. El templo ya no se ajustaba a los planes que  Dios tenía sobre él. Pasó de ser un lugar de encuentro con la divinidad a un lugar de explotación y corrupción. ¿La razón? Había demasiados intereses económicos, sociales y políticos que ocultaban su sentido religioso originario. Ya que se había desarrollado al amparo de la religión un comercio corrupto que explotaba al pueblo en nombre de Dios.

Con el gesto sorprendente de Jesús, se nos recuerda las acciones llamativas y provocativas de los antiguos profetas, y así quedó al descubierto el sistema de explotación que realizaban aquellos comerciantes en contra de los creyentes. Jesús  arrojó fuera del templo a los que se aprovechaban y explotaban al pueblo humilde y sencillo.

¿Qué nos quiere enseñar hoy Jesús? Que el verdadero culto, se da en el encuentro con las personas, y que este consiste en el respeto que le debemos a cada ser humano que no merece ser explotado. Por lo tanto, no nos debemos aprovechar de la buena fe de la gente, porque la verdadera adoración, el verdadero culto no está atado a cosas, animales, o lugares… Sino está fundamentado en el respeto que merecen las personas. En otras palabras, a Dios no se le encuentra en la sacralidad de las relaciones religiosas, sino en los gestos pequeños de cada día, donde se desarrollan las verdaderas relaciones humanas, fundamentadas en el amor y en la justicia, especialmente hacia los más necesitados.

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