El pasado 8 de octubre se realizó en nuestra querida Diócesis de Caguas el Taller para Animadores de Pequeñas Comunidades en la parroquia Nuestra Señora de la Providencia en Villa Carmen en Caguas. Participaron 21 de las 34 parroquias y asistieron 73 animadores.
En un ambiente alegre y reflexivo los animadores de la comunidad iniciaron el Taller con la Lectio Divina siguiendo el texto programático del Año de la Contemplación: Mateo 14, 22-34 en el que Jesús rescata a Pedro de las aguas ante su súplica “Sálvame Señor”. Este año hemos asumido como lema diocesano: ¡Ánimo, Contempla a Jesús, No tengas Miedo!
Esta invitación se hace más necesaria desde la condición de Sede Vacante y ante la situación que vivimos como País. La incertidumbre que vivimos en diversos ámbitos requiere de una mirada atenta para descubrir lo que el Espíritu nos pide como Iglesia en este momento.
La Sra. Ivelisse Mimoso Solá nos iluminó con un excelente tema sobre la persona del animador, dando claves necesarias para vivir adecuadamente este servicio en la pequeña comunidad. Un animador de pequeña comunidad requiere ser un hombre y una mujer que anima al encuentro con el otro. El encuentro es una característica fundamental del ser humano: se nace del encuentro de dos seres humanos de diversos sexos, nos educamos en el encuentro con otros, nos desarrollamos en una comunidad natural familiar y social. Qué hermoso cuando este encuentro se realiza desde la Palabra de Dios y en la vivencia de la fe, la esperanza y el amor.
El servicio como animador y animadora de pequeña comunidad requiere de reconocer al otro por su propio nombre. Es necesario contemplar al otro desde su propia persona y realidad. El animador ha de ser un hombre o mujer que parte de esa confianza plena en el Señor, sabiendo que cuando convoca y anima lo hace siguiendo el modelo de Jesús. Vive su ministerio desde la alegría puesto que el animador que no expresa la alegría en el Señor trasmite sus miedos, sus heridas y sus angustias. Saber ser humildes, mansos, pacientes, tolerantes, capaces de descubrir y potenciar los dones de los demás. El ser animador supone vivir desde la Palabra de Dios que es el centro de la pequeña comunidad.
Siguiendo la famosa frase nadie da lo que no tiene, ha de crecer en la cercanía con el Señor para trasmitirlo en cada encuentro de pequeña comunidad. El animador realiza su ministerio desde lo que es; su forma de ser, de vestir, de mirar, de hablar, de comportarse…
Su estilo de vida ha de ser reflejo de esa realidad en todos los ámbitos de su vida para no ser una cosa en la pequeña comunidad y otra en la comunidad secular. Es un gran desafío que requiere de esa gracia que se pide cada día por medio de la Palabra, la Eucaristía, la oración y la asistencia al prójimo. Estas son las cuatro ruedas que conducen nuestra vida de fe.
Este encuentro vivido el pasado sábado nos anima a continuar colaborando con nuestra comunidad diocesana. Le pedimos a Dios que aumente el número de animadores porque la mies es mucha y los obreros son pocos.
(Vicaría de Pastoral)