Todo santo lleva consigo una historia. Con motivo del Día internacional de los trabajadores se presentan las historias de un laico y una religiosa que lo dieron todo por amor al prójimo y a la fe.

San Fernando III, protector de cautivos, desvalidos y gobernantes

Gobernante, creyente, padre, esposo y amigo; San Fernando III protegió a las comunidades religiosas y se esforzó porque los soldados de su ejército recibieran educación en la fe. Instauró el castellano como idioma oficial de la nación y se esmeró para que en su corte se le diera importancia a la música y al buen hablar literario.

Su mayor penitencia consistió en sufrir 24 años en guerra constante por defender la patria y la religión. A través de sus enfrentamientos libró de la esclavitud de los moros las provincias de Úbeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla en España, así como a la religión católica del dominio árabe.

En sus cartas se declaraba: “Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago”. El Papa Gregorio Nono, lo llamó: “Atleta de Cristo”, y el Pontífice Inocencio IV le dio el título de “Campeón invicto de Jesucristo”.

Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen y en las batallas, llevaba junto a él una imagen de Nuestra Señora, a quien le hacía construir capillas en acción de gracias, después de sus inmensas victorias. Para agradecer a Dios tan grandes victorias levantó la Catedral de Burgos y varias más. Además, convirtió en templo católico la mezquita de los moros en Sevilla. A él se debe la fundación de la famosa Universidad de Salamanca.

Santa Margarita Burgeoys, primera santa canadiense

Originaria de Troyes, Francia, Santa Margarita Bourgeoys dedicó su vida a los más necesitados a partir de los 20 años. Su campo de acción fueron las familias pobres de su ciudad natal.

En 1652, se enteró que el gobernador de Montreal estaba buscando una maestra de escuela para su pequeña colonia hacia donde se embarcó.

Una vez allí fundó la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Montreal, con la finalidad de asistir y enseñar a los niños de la ciudad de Montreal. En una época en donde no se concebía religiosas que vivieran fuera de la clausura de los conventos, Margarita, fundó en Canadá la primera congregación femenina sin clausura de la historia de la Iglesia.

En 1657 inauguró la primera escuela de Montreal. Ante la demanda por la educación regresó a Francia por ayuda. Un año más tarde volvió con cuatro jóvenes que le ayudarían a cumplir con su misión. Para 1676 fundó la primera escuela para indios.

Esta Santa, se dedicó, hasta el fin de sus días, a la educación tanto en las escuelas como en las parroquias. Cooperó con la edificación del nuevo país, intuyendo el papel determinante de las mujeres, y se afanó a su formación con un espíritu profundamente cristiano.

Nacida en 1620, falleció el 12 de enero de 1700 en Montreal, Canadá. Fue beatificada por Pío XII en 1950 y canonizada en 1982 por Juan Pablo II.

(Fuente: Aciprensa)

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