Tuvo el honor de ser la primera persona en ver a Jesucristo resucitado. En los primeros 18 versículos del capítulo 20 del evangelio de Juan se narra el acontecimiento. María Magdalena, discípula del Señor, vio a Dios Hijo triunfante y escuchó su palabra: “…vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes’. María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: ‘He visto al Señor y me ha dicho esto’, (Jon 20, 16-18)”.
La Iglesia celebra el 22 de julio su fiesta, que en Occidente se difundió desde el siglo XII y adquirió particular presencia durante la Contrarreforma, aunque en Oriente la misma se efectuaba 200 años antes.
De María Magdalena se puntualiza que su apelativo – “Magdalena”- significa “de Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.
Las primeras referencias a su persona, tanto en los evangelios de Marcos y Lucas, nos dicen que Jesús había expulsado de ella “siete demonios”. Y luego aparece en diversos pasajes: como una de las mujeres que seguían a Jesús cuando predicaba la Buena Nueva; cerca de la cruz acompañando a la Madre del Señor; entre los que observan cuando José de Arimatea y sus compañeros depositaban a Jesús en el sepulcro; y encontrando removida la piedra que cerraba la entrada, en la mañana de Pascua.
Según la tradición oriental, María Magdalena se fue a vivir a Éfeso después de la Ascensión, y esto con María y San Juan. Se dice además que falleció en esa localidad del Asia Menor (lo que hoy es Turquía), y que a fines del siglo IX sus reliquias fueron llevadas a Constantinopla (Estambul) y depositadas en el monasterio de San Lázaro.
Por otro lado, la leyenda occidental -y cuando en la antigüedad se asociaba a María Magdalena con la hermana de Marta y Lázaro de Betania- la ubica viajando a Marsella, retirándose por 30 años en una gruta y muriendo en la región francesa de Aix-en-Provence.
(Fuente: Catholic.net)