(En abril conmemoramos el Mes de la Niñez y de la Prevención del Maltrato a Menores)
Conocemos la triste realidad social que representa el maltrato de menores y nos entristece la alta incidencia de ello, constatada por estadísticas que año tras año evidencian una ruta ascendente de casos en nuestra Isla. Entre los pueblos con mayor número de casos reportados figuran: San Juan, Ponce, Bayamón, Arecibo y Caguas.
Lamentablemente, las estadísticas representan solo una mínima fracción de la magnitud real de este grave problema y lastre social existente. Se dice que, por cada caso reportado al Departamento de la Familia o al Departamento de la Policía, hay 10 casos que no se reportan. Ello obedece a que la mayoría de los casos no son informados y el maltrato de menores continúa siendo un problema oculto que lacera a víctimas inocentes e indefensas, con severas consecuencias.
El maltrato infantil, además de ser una violación de los derechos inalienables de los menores, constituye un grave problema de salud pública, a nivel mundial. Este es un asunto que nos conmueve, ante el cual debemos solidarizarnos y actuar. El mismo afecta a un alto número de niños y niñas, que sufren daño físico y emocional, cuyas cicatrices pueden dejarles marcados para siempre.
Desafortunadamente el lugar más frecuente donde ocurre el maltrato infantil es en la familia, como también con otras personas cercanas, encargadas del cuido de los menores. Detrás de cada niño y niña maltratados hay una historia que debemos transformar en un nuevo comienzo de vida y esperanza.
Resulta indispensable proteger, y defender, el tesoro más preciado que se le otorga a un padre y a una madre, sus hijos e hijas.
Nos corresponde ser portavoces y apoyar activamente todas aquellas iniciativas encaminadas a promover las relaciones estables y enriquecedoras entre padres/madres e hijos y de aquellas personas claves encargadas de su cuido.
Cada experiencia de un niño o niña puede marcar su vida de forma positiva o negativa. En la medida que dichas experiencias sean favorables para ellos iremos cimentando su bienestar físico, intelectual y emocional. Puntales claves para que nuestros menores logren alcanzar el potencial al que tienen derecho en sus vidas.
Nuestro compromiso como creyentes es, en acción y oración, trabajar encarecidamente, de forma solidaria, para defender a quienes no pueden hacerlo por sí mismos y cuyas voces fueron o son escuchadas.
Nuestro esfuerzo debe estar enfocado a recordar la memoria de aquellos niños y niñas, víctimas de maltrato, que físicamente ya no están con nosotros; a ser solidarios y proteger a aquellos menores que al presente son víctimas inocentes y viven los estragos de este mal, y respaldar a aquellos que lograron sobrevivir y hoy son ejemplo para la sociedad.
Debemos concienciar, en nuestras parroquias y vecindarios, sobre el compromiso que debemos profesar para prevenir el maltrato infantil y lograremos defender los derechos, el bienestar y la calidad de vida de nuestras futuras generaciones. Tengamos la certeza de que nuestro compromiso no será en vano. Con ello iremos cimentando el porvenir de los niños y niñas que son la semilla que germinará en la promesa del mañana, baluartes del Puerto Rico que todos y todas deseamos.
Sandra S. Rivero, JD; MA
Para El Visitante