Nuestro Departamento de Salud anunció recientemente que hará obligatoria la vacuna contra el Virus de Papiloma Humano (VPH) para los estudiantes de escuelas públicas y privadas. Este mandato entraría en vigor al comienzo del próximo año escolar 2018-2019 para niños y niñas desde los 11 años. Legalmente solo podrían excluirse de vacunarse a los estudiantes que presenten declaración jurada, firmada por sus padres y ministro de una religión, en la que aseguren que sus dogmas “confligen” con la vacunación, o por certificación médica de que ella podría ser “detrimental” para su salud. Según la ley, este certificado “deberá indicar la razón específica y la posible duración de las condiciones o circunstancias contraindicadas de la inmunización”. Durante una epidemia, según lo determine el Departamento de Salud, se podrá vacunar a los así exentos.
Luego de examinar numerosos artículos científicos y escuchar los testimonios de padres y pacientes, tengo serias reservas en cuanto a recomendar la vacunación contra el VPH, y me opongo tenazmente a que dicha vacunación sea obligatoria. Las razones principales son las siguientes:
1. Reacciones adversas relacionadas con la vacuna contra el VPH. Además de en los Estados Unidos, hay coaliciones de afectados por dicha vacunación en Alemania, Argentina, Australia, Colombia, Dinamarca, España, Francia, India, Irlanda, Inglaterra, Japón, México y Panamá, entre otros países. A mayo de 2017, se habían reportado a VAERS (Vaccine Adverse Event Reporting System, Sistema público de fármaco vigilancia de vacunas en los Estados Unidos) los siguientes casos de reacciones adversas con relación a la vacuna contra el VPH: 51,522 casos de reacciones adversas; 324 muertes; 825 casos potencialmente mortales; 1,974 casos de discapacitados; 9,686 no recuperados; 618 casos de pruebas Papanicolau (Pap) anormales; 279 casos de displasia cervical; 129 casos de cáncer cervical; 14,518 visitas a sala de emergencia; 4,795 hospitalizaciones; 321 hospitalizaciones largas, y 6,836 notificaciones serias. Como típicamente solo alrededor de 10 % de los casos de reacciones adversas se informan a los cuerpos pertinentes, estas cifras están por debajo de la incidencia real. La gravedad e incidencia de este cuadro de eventos, junto a la literatura médica al respecto, es preocupante.
El propio Folleto de Información sobre Gardasil 9 de Merck (2016, págs. 9-10) enumera los siguientes posibles “eventos adversos” post-vacunación: Trastornos de la sangre y del sistema linfático (anemia hemolítica autoinmune, púrpura trombocitopénica idiopática, linfadenopatía); trastornos respiratorios, torácicos y mediastínicos (embolia pulmonar); trastornos gastrointestinales (náuseas, pancreatitis, vómitos); trastornos generales y alteraciones en el lugar de administración (astenia, escalofríos, muerte, fatiga, malestar); trastornos del sistema inmunológico (enfermedades autoinmunes, reacciones de hipersensibilidad incluyendo reacciones anafilácticas/anafilactoides, broncoespasmo y urticaria); trastornos musculoesqueletales y del tejido conectivo (artralgia, mialgia); trastornos del sistema nervioso (encefalomielitis aguda diseminada, mareos, síndrome de Guillain-Barré, cefalea, enfermedad de las neuronas motoras, parálisis, convulsiones, síncope [incluyendo síncope asociado con movimientos tónico-clónicos y otros eventos de tipo convulsivo] que a veces resultan en caída con lesión, mielitis transversa); infecciones (celulitis); trastornos vasculares (trombosis venosa profunda). Merck también advierte que no deben vacunarse con Gardasil 9 aquellas personas que hayan sufrido reacciones alérgicas a alguna dosis de Gardasil o Gardasil 9, levadura, hidroxifosfato sulfato de aluminio amorfo (AAHS) y polisorbato 80.
2. De entre las reacciones adversas indicadas, el Colegio Americano de Pediatras (2016) destaca los casos de adolescentes con insuficiencia ovárica primaria (POF) o menopausia prematura luego de vacunarse contra el VPH (Gardasil). Colafrancesco, Perricone, Tomljenovic & Shoenfeld (2013) y Little & Ward (2014) son algunos de los que han estudiado esos casos. Según el Colegio, desde 2006, “ha habido alrededor de 213 informes a VAERS sobre amenorrea, POF o menopausia prematura, 88 % de los cuales se han asociado con Gardasil”. Los posibles mecanismos de acción de POF podrían ser la asociación autoinmune con el adyuvante de aluminio de la vacuna (AAHS) que potencia su respuesta -la hace más efectiva- y la toxicidad para los ovarios de otro componente, el polisorbato 80, documentada previamente en ratas. Los ensayos clínicos sobre la seguridad de Gardasil, antes de su lanzamiento comercial, usaron un placebo que contenía polisorbato 80 y un adyuvante a base de aluminio. Si tanto la vacuna como el placebo contienen polisorbato 80 y aluminio, no se pueden detectar los daños atribuibles a la vacuna propiamente. La presencia del componente de aluminio en Gardasil 9 es más del doble (500 mcg de AAHS) que en la formulación previa (Gardasil). Además, el uso de anticonceptivos hormonales puede enmascarar la disfunción ovárica, incluyendo la amenorrea y la insuficiencia ovárica. Por lo tanto, no se puede descartar categóricamente la relación causal entre la vacuna del VPH y la disfunción ovárica. Por otro lado, el “Gardasil 9 no ha sido evaluada en términos de su potencial para causar carcinogenicidad, genotoxicidad o deterioro de la fertilidad masculina” (Merck, Folleto de Información sobre Gardasil 9, 2016, pág. 12). Estos cuestionamientos sobre el impacto potencial de la vacuna sobre el sistema reproductivo de los adolescentes son medulares para la cultura de la vida.
(Dra. Luisa E. Burgos | Pediatra y exprofesora de la Escuela de Medicina Recinto de Ciencias Médicas)