(RV).-  No se convierte en buenos confesores gracias a un curso, porque aquella del confesional es una ‘larga escuela’ que dura toda la vida. Pero… ¿Quién es el buen confesor y cómo se convierte en buenos confesores? Esta fue la pregunta que el Papa presentó y a la que respondió en tres puntos, en el discurso que dirigió a los participantes en el curso promovido por la Penitenciaría Apostólica.

Tras haber saludado y agradecido a los presentes, en primer lugar, al Cardenal Penitenciario Mayor, el Pontífice hizo una confesión: “el de la Penitenciaría es el tipo de Tribunal que me gusta de verdad”, porque “es el tipo de tribunal al cual uno se dirige para obtener aquella medicina indispensable que es la Misericordia Divina”, es “un tribunal de la misericordia”.

Así pues, el Papa señaló tres de los aspectos que el buen confesor debe tener:

En primer lugar el buen confesor es “un amigo verdadero de Jesús el Buen Pastor”, esto significa principalmente cultivar la oración, tanto aquella personal como aquella para el ejercicio de la tarea de confesores, y para los fieles que se acercan en busca de la misericordia de Dios. Esto porque un ministerio de la reconciliación, – tal como precisara el Papa – que esté “envuelto con la oración” será reflejo creíble de la misericordia de Dios, y evitará las dificultades y malentendidos que a veces también se podrían generar en el encuentro sacramental. Indispensable en este punto es pedir el precioso don de la humildad, para que sea claro que el perdón es un don gratuito y sobrenatural de Dios, del cual los confesores son sólo simples – aunque necesarios-  administradores, por voluntad del mismo Jesús.

En segundo lugar el buen confesor es “un hombre del Espíritu y del discernimiento”. Esto porque el discernimiento permite “distinguir”, es decir, permite “no poner todo en el mismo saco”,  otorgando la delicadeza de ánimo necesaria de frente a quien abre el sagrario de la propia conciencia para recibir luz, paz y misericordia. Y es hombre “del” Espíritu, porque no hace su propia voluntad ni enseña una propia doctrina, sino que está llamado a hacer siempre la voluntad de Dios en comunión plena con la Iglesia, de la cual es siervo.

Y por último, tras aseverar que el confesional es un verdadero y propio “lugar de evangelización”, porque “no hay evangelización más auténtica que el encuentro con el Dios de la misericordia”, el pontífice señaló que el confesional es, en consecuencia, un lugar de formación, y por este motivo en el breve diálogo con el penitente, el confesor está llamado a discernir qué cosa sea más útil, e incluso necesaria, en el camino espiritual de aquel hermano o hermana. En definitiva, es una obra “de rápido e inteligente discernimiento que puede hacer mucho bien a los fieles”.

Para los confesores que están llamados cada día a ir a las periferias del mal y del pecado – como él mismo dijo – el Sucesor de Pedro deseó, en definitiva, que sean buenos confesores, es decir, a) inmersos en la relación con Cristo, b) capaces de discernimiento en el Espíritu Santo, y c) listos para aprovechar la oportunidad de evangelizar.

(Griselda Mutual – Radio Vaticano)

(News.Va)

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