(Segundo de varios artículos)
Se consagró para la misión y gastó gran parte de su vida en ella. Padre Rafael “Felo” Torres Oliver, de la Congregación de los Misioneros Redentoristas, quien celebró recientemente sus 60 años de religioso y 45 de sacerdote, sostuvo que la misión no habita en documentos, libros o incluso actividades, sino en la acción concreta de ir que brota del encuentro personal con Cristo y que es tan trascendental que obliga a salir a compartir esa vivencia con el prójimo.
De hecho, como mencionó, misión no tiene que ver con sustantivos sino con verbos como ir, sacrificar, convertir, compartir, dar, recibir, amar y trabajar. Y con actitudes internas como incomodidad porque hay que salir a otro entorno, voluntad y con humildad.
Misión desde la formación
Profesó sus votos en agosto de 1959 y al comenzar su formación en los EE.UU. ya estaba iniciando su camino misionero visitando los campamentos de recolectores cercanos a la casa de formación donde muchos boricuas habían migrado y trabajaban recolectando coliflor y otros frutos. Esto lo hacía en las noches junto con algunos religiosos paraguayos y brasileños asistía para catequizar y acompañar en la soledad que vivían los puertorriqueños luego de terminada la jornada.
Su amada Diócesis de Caguas
Aunque es religioso redentorista, Padre Felo dejó claro que su amor por la Diócesis de Caguas es muy profundo. Aún recuerda como si fuera hoy la reunión que sostuvo con Mons. Grovas en la que el Prelado le dio un abrazo y le dijo: “Usted es de los nuestros y se queda aquí”. La Diócesis criolla lo acogió como uno de sus hijos y solo 4 meses más tarde el consejo presbiteral lo nominó a Vicario de Pastoral. Fue entonces que dedicó todas sus fuerzas y talentos por 5 años en esas funciones junto al equipo en el que se encontraban Mons. Grovas y Mons. Parrilla, Mons. Mendoza y Sor Carmen Rosado, IHM, a la que describe como “una gran catequista”.
Luego de esta etapa, Padre Felo dedicó 10 años de su vida a la misión y formación de religiosos redentoristas en suelo dominicano. Con la sensatez que le caracteriza, aceptó que fueron cada una de las experiencias misioneras y encomiendas las que le moldearon y ayudaron a poco a poco ir apaciguando su carácter. ■
Enrique I. López López
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